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Poco después de su lanzamiento, pude ver el documental “Mi vida dentro” (Lucía Gajá, 2007), que retrata el proceso judicial y encierro de la inmigrante mexicana Rosa Estela Olvera Jiménez, detenida por la muerte repentina, por asfixia, en 2003, de un niño, Bryan, a quien cuidaba, hechos que ocurrieron en Austin.

El documental, disponible en Youtube, muestra cómo el aparato de justicia fue inclemente y probablemente tendencioso y racista, aún cuando diversas personas declararon en favor de la joven y anteriores patrones describieron su carácter amable y tranquilo y su dedicación a los menores bajo su cuidado.

La historia es sobrecogedora, indignante y muy clara con respecto a cómo un sistema de justicia puede actuar con sesgo, en este caso racial, y bajo una idea preconcebida de culpabilidad. Rosa siempre se declaró inocente y narró la muerte accidental del menor por ingesta de papel y que hizo lo posible para salvarlo.

El 26 de enero, después de casi 18 años en prisión, se informó de la liberación condicionada de Rosa, decretada por la Corte de Distrito Judicial 299 del Condado de Travis, en Austin.

El documental me permitió entender las desiguales condiciones de Rosa en el proceso y su vida en la cárcel. Era una mujer muy joven, con poca instrucción pero vivaz y pacífica.

Gajá pudo filmar partes de las audiencias en las que resulta indignante cómo la fiscal del caso, Allison Wetzel, se refiere a Rosa en términos racistas. “A pesar de ser de México es una mujer inteligente”, dice ante el juez.

La película también permite conocer a la madre de Rosa que se quedó en Ecatepec, estado de México, impotente y quebrada por el dolor.

Seis meses antes del juicio, en febrero de 2005, desde la celda, Rosa explica las razones para huir de su entorno: “Quería una vida mejor para mi mamá, para mis hermanos; yo podía mirar la pobreza que había en mi casa... y quería darles algo mejor”.

La película también muestra partes del interrogatorio a Rosa: “¿Es posible que usted haya metido el papel en la boca del niño?”, insiste el entrevistador que la mantiene acorralada y que le promete que al terminar verá a su hija. Rosa, desesperada, pregunta: ¿Qué ocurriría si digo que lo hice?, lo que es tomado como una autoincriminación y no fruto de la desesperación por saber de la niña, de año y medio.

Durante el encierro, Rosa da a luz a su segundo hijo, de quien también se ve apartada. Ambos menores fueron negados al padre y dados a un hogar de adopción. Sólo después de una lucha legal fueron enviados a México con la madre de Rosa.

El 2 de septiembre de 2005, el jurado encuentra a Rosa culpable de la muerte de Bryan y la sentencia a 75 y a 99 años de prisión “Que Dios nos perdone a todos por esto”, fueron las palabras del padre del niño muerto.

The Innocent Project, organización que acompañó a Rosa en la lucha por la revisión de su caso, señaló el pasado 26 de enero que la jueza Karen Sage emitió una decisión en la petición de hábeas en favor de Rosa “otorgando su reparación basada en un falso testimonio forense y la asistencia ineficaz de un abogado”.

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