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En medio de la catástrofe que se ha generado en el mundo a causa del Covid-19, con lúgubres anuncios como el de que el Producto Interno Bruto de México va a caer más de seis puntos este año (una contracción seis veces mayor que la esperada no obstante los “otros datos”) y el desempleo se disparará hasta 5.5%, todo lo cual abona al pesimismo y podría hacer dudar hasta al más conspicuo seguidor de la 4T, algunas noticias hacen menos pesada la cuarentena (ampliada, por cierto, hasta el 30 de mayo).

Una de ellas es la solidaridad que los yucatecos –los mexicanos en general- hemos desplegado desde nuestras trincheras y posibilidades para apoyar a nuestros connacionales menos favorecidos. Por ejemplo, los artistas que han desplegado a través de las redes sociales todos sus talentos para hacer menos pesado el encierro y tanto nos ofrecen música y canciones (los cantantes que hicieron una creación de la canción Vive de José María Napoleón) como obras de teatro (Dzereco y Nohoch), esquetches, consejos para hacer ejercicios desde la hamaca (genial Conchi León) y todo lo que su talento tiene para poner al servicio de sus congéneres.

O los grupos organizados de la sociedad que buscan cómo allegarse recursos (comida, medicinas, protectores personales) para quienes se quedaron sin medios de subsistencia, sobre todo personas de la tercera edad, y aún a riesgo de sus vidas acuden a entregarlos a las zonas marginadas. Empresarios inclusive que ponen en primer lugar a sus empleados y los apoyan hasta más allá de sus fuerzas para no quedar en el desamparo y proteger sus fuentes de ocupación.

También, de manera muy especial, los trabajadores de los servicios de salud: médicos, enfermeras, personal de intendencia, camilleros y en general todos quienes luchan en primera fila contra este virus mortal. Y aquí quiero detenerme un poco, pues esas personas viven todos los días al filo de la navaja, luchando contra este mal pandémico, sin embargo, hay animales salvajes que las atacan, las persiguen, no les prestan los servicios de transporte y les gritan sandeces como “rata infectada” o no les permiten siquiera llegar a sus casas después de largas jornadas de labor. Esos canallas son la peor parte de la humanidad, desgraciadamente, pero también, para fortuna nuestra, son los menos.

También las autoridades –en Yucatán el gobierno del Estado y en Mérida el Ayuntamiento- que sin distingos partidistas (al menos hasta donde se puede ver) y con la mayor transparencia generan programas de apoyo para las personas vulnerables con la entrega de comida (lo más básico) y otros servicios. También es de destacar que tanto una autoridad como la otra han extendido la mano a los creadores artísticos y ponen a su disposición fondos económicos para que puedan llegar con el menor daño posible al fin de la pandemia.

En fin, en medio de todo lo malo –que no es mucho- hay destellos luminosos de humanidad que nos hacen concebir esperanzas de que de esto saldremos renovados y mejores.

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