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Uno ya no sabe si sentirse preocupado, reír o llorar ante la expresiones del presidente y sus recurrencias retóricas a la historia para hablar de liberales y conservadores (como su duro ataque a Enrique Krauze, el historiador a quien le endilgó el nombre de Lucas Krauze Alamán para resaltar lo que, según el propio López Obrador, es el conservadurismo decimonónico del destacado intelectual mexicano).

También se queda uno patidifuso y asombirilado (expresión ésta copiada a Leonel Aldama, el legendario pelotero de los Leones de Yucatán) cuando mira al presidente anunciando desde su púlpito mañanero que se ha descubierto un compló para derrocarlo y que entre los complotados están partidos políticos, cámaras empresariales, intelectuales “orgánicos” (no se si se le olvida que esto de orgánicos se decía de pensadores que estaban al servicio del poder) y que luego, al leer ese documento ultra confidencial, sólo se hallan lugares comunes, obviedades como esa de que la oposición quiera ganar la mayoría en la Cámara de Diputados y lograr que en 2022 se le revoque su mandato presidencial a aquél. Atió, si de eso se trata ser oposición.

Donde sí de verdad uno tiembla es cuando lee que al presidente le divierte dar a conocer esos planes de la oposición (que califica de legítimos) y se ríe de ellos. Los tremores del miedo se apoderan de la columna vertebral porque entonces se nos pone enfrente una pregunta ominosa: ¿En manos de quién está el país? ¿No será ya hora de que, y lo digo con todo respeto pero con urgencia, le hagan un examen para ver si está en posesión de todas sus facultades mentales?

Hoy el país no está para que el jefe de las instituciones nacionales se divierta con florituras verbales, denunciando inexistentes complots para tumbarlo de la silla presidencial (burdos planes, además, a juzgar por el documento que presentó y que no resiste el más leve análisis) que achaca a personalidades que nunca se han distinguido por ser intelectualmente torpes y menos ingenuas.

Circula por las redes un video donde se ve al extraordinario personaje Mr. Bean (creatura del genial actor británico Rowan Atkinson) que viene “como anillo al dedo” para resaltar la cómica actitud de quien se siente un perseguido eterno (aun ahora que es el personaje más poderoso de México).

Y todavía el temblor llega desde el espinazo a las corvas cuando escucha frases como la de que “no es tiempo de simulaciones, o somos conservadores o somos liberales”. Es decir, el que debe ser fiel de la balanza, factor de equilibrio, amigable componedor de las diferencias nacionales, poniendo en el estanco de sus enemigos a quienes no piensan como él.

Ese hedor decimonónico de sus declaraciones debería preocupar a quienes están cerca de él. México no merece eso. La historia, sobre todo del siglo XIX, es pródiga en lecciones sobre las luchas sangrientas entre mexicanos que no podían dirimir sus pleitos en la arena política y vivieron de asonada en asonada y de asesinato en asesinato.

Y ni Alamán (no Krauze) fue tan conservador ni AMLO es tan liberal.

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