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Me estoy imaginando al fiscal estadounidense William Barr: “¿Quieren a Cienfuegos en México? Vamos a mandárselos, total aquí no podemos hacer mucho con las ‘pruebas’ que nos ofreció la DEA (puras cosas ‘de oídas’). Nos saca un clavo ardiente en salva sea la parte”. Y mandan de regreso al divisionario, exsecretario de la Defensa y galardonado por los propios gringos. En Estados Unidos no tienen ningún cargo en su contra; aquí, nos dice el llamado “canciller” (no existe esa figura en México), tampoco. “Viene libre”.

Y todos (o casi todos) se desviven en loas a la firmeza con que México, por conducto de Marcelo Ebrard, de la SRE, llevó el caso con mister Barr. Y, desde luego, el presidente López Obrador afirma ufano que “son otros tiempos” y México no se va a arrodillar ante ninguna potencia extranjera. Ambos dicen que fue un triunfo de la nueva visión política que no permite que “vean de reojo” a nuestro país.

Sin embargo, me parece que las cosas no son tan lindas como quieren hacernos verlas y los vecinos del norte no doblaron las manitas ante la amenaza de revisar la colaboración con la DEA en los temas del crimen organizado y el narcotráfico. Desde un principio, muchos –incluido quien esto escribe- opinaron que las acusaciones contra Cienfuegos en Estados Unidos carecían de sustento porque se basaron en declaraciones de testigos protegidos (y ya se sabe que esta gente dice todo lo que la autoridad quiere oír con tal de salvar el pellejo) y “escuchas” (ilegales, me parece) del Blackberry del general.

Por eso, cuando al fiscal Barr le llegó la “firme y enérgica” demanda de su colega mexicano Gertz Manero y del “canciller Ebrard”, loco de contento accedió de inmediato porque era una forma para ellos “digna” de salir del atolladero sin un raspón siquiera, y la juez de la Corte de Brooklyn a cargo del caso, Carol Bagley Ammon, que exigió una explicación del fiscal asignado sobre los motivos para retirar los cargos contra Cienfuegos, nomás enterarse de la fragilidad de las pruebas, de inmediato “obsequió” la solicitud de liberar al divisionario mexicano.

Hoy, Estados Unidos se libró de un problema, pero México está metido en otro mayúsculo y con los ojos del vecino puestos en lo que vaya a hacer con Cienfuegos. Si, como todo parece indicar, no hay forma de probar la relación del general exsecretario con el crimen organizado y el narcotráfico y se le deja libre y sin cargos, ya tienen los de arriba de nosotros un pretexto para reclamar que aquí no se hace justicia ni se procede contra los delincuentes y corruptos. Si, por el contrario, lo procesan y encarcelan, muchos mandos y exmandos en las fuerzas armadas –las grandes aliadas de la 4T- van a estar no enojados, sino lo que sigue.

Como siempre, otra vez ganaron los gringos y a la autoridad mexicana la exhiben como amateur en las grandes ligas de la política internacional.-

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