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El partido conservador era un viejo impotente que sólo sabía recordar el pasado, el republicano, un joven que tenía fe en el porvenir (Ignacio Vallarta, discurso en Guadalajara el 16 de septiembre de 1855, citado por Moisés González Navarro en Ley Juárez, el Colegio de México: https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/ view/3369/3165

El populismo no es de izquierda ni de derecha, es populismo nada más y necesita de un líder con arraigo que pueda deslumbrar a las masas con promesas y dádivas, una especie de imitación de El flautista de Hamelin, aquel que encandilaba ratoncitos y los llevaba donde quería (recuerde su final: ahogados en el río Weser, a donde los guió aquél).

El populismo, decía en abril de 2012 Enrique Krauze (quien por eso no le gusta a AMLO) “es una adulteración de la democracia. Lo que el populista busca -al menos esa ha sido la experiencia latinoamericana- es establecer un vínculo directo con el pueblo, por encima, al margen o en contra de las instituciones, las libertades y las leyes. La iniciativa no parte del pueblo sino del líder carismático que define a ‘el pueblo’ como una amalgama social opuesta al ‘no pueblo’. El líder es el agente primordial del populismo. No hay populismo sin la figura del personaje providencial que supuestamente resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo”.

Otro a quien López Obrador tiene como enemigo jurado, Mario Vargas Llosa, remata: “Las inquietudes de los intelectuales mexicanos con su nuevo gobierno me parecen justificadas. El pasado de López Obrador y sus campañas políticas delatan a un dirigente impregnado de populismo que no se ha cuidado de disimular desde que está en el poder. Cada mañana, durante dos horas seguidas (a veces hasta tres, comento yo), ofrece una conferencia de prensa en la que los periodistas presentes suelen ser más obsecuentes que independientes. Sus decisiones suele tomarlas de improviso, prescindiendo de los marcos legales, mediante úcases que, luego, sus funcionarios se las arreglan, no sin dificultad, para darles cobertura legal. Y todas sus iniciativas parecen guiadas por un instinto o pálpito del momento, más que de acuerdo con un programa, pese a que lo tuvo en su campaña y parece haberse olvidado de él (El País, 2 de junio de 2019).

Yo sólo digo, para redondear estas ideas plasmadas por Krauze y Vargas LLosa, que no puede ser buen líder quien tiene la mirada puesta en el pasado (el retrovisor, diría Raúl Asís Monforte González) y no en el frente (el panorámico: el mismo Raúl) y vive echando las culpas de todo a sus adversarios y a los neoliberales o a los de las pasadas administraciones, contra quienes muestra un odio feroz.

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