Aquí nadie “tranca su ojo”
El Poder de la pluma
Afortunadamente no son los académicos de la lengua quienes construyen el idioma y tampoco lo que ellos llaman sus “normas” son inapelables dogmas de fe.
Y no digo que no tenga utilidad la existencia de un grupo de expertos que de alguna forma sean quienes pasen por el tamiz de su ciencia lo que el pueblo –nosotros, quienes somos los únicos y verdaderos dueños del idioma- todos los días crea.
Ya en otras ocasiones he tocado este tema, sobre todo en relación con la hegemonía –iba a poner tiranía- que durante siglos ejerció la Real Academia Española sobre quienes nos expresamos en este idioma majestuoso y magnífico.
Hoy hay atisbos de apertura hacia las academias que existen en cada uno de los países de habla hispana o donde el español es un idioma importante, como Estados Unidos, pero estas instituciones en una u otra medida reproducen -o pretenden al menos- el deseo de ser quienes dictaminen sobre la corrección del habla.
En este contexto, hoy quiero referirme a una información llegada a mi correo electrónico desde una dirección que dice [email protected] y publicada ayer por Novedades Yucatán, cuyo título informa que esa institución “incluye” –no incluiría o proyecta incluir- vocablos de la Península de Yucatán en su Diccionario de Mexicanismos.
Uno de esos vocablos, según ese comunicado que se podría entender es oficialmente enviado por la susodicha academia, es el verbo “trancar”, en sus acepciones de “cerrar” o “detener” y pone como ejemplos de su uso “en Chetumal y Mérida” las expresiones “tranque su respiración” y “no tranque su ojo” que al menos en la capital yucateca y me atrevo a decir en todo el Estado no son de uso común.
Quien figura como vocero de la Academia en lo que toca a esta inclusión, Raúl Arístides Pérez, académico correspondiente por Quintana Roo (no de número), dice que hay registros del empleo de ese verbo en aquellas acepciones, lo cual parece no corresponder a la realidad, al menos, insisto, en lo que toca a Mérida.
Se sabe que mayahablantes, sobre todo de edad provecta , emplean el verbo “trancar” como sinónimo de detener o parar: “Ya se trancó la diarrea del chiquito” o “se le trancó el dolor”, lo cual tiene una connotación distinta de la empleada por Arístides en su ejemplo: donde parece que “trancar” es usado para pedir que alguien no cierre “su ojo”.
Según el Diccionario de la Lengua Española (hoy Dele y antes DRAE), trancar es “poner a una puerta o una ventana cerradas una tranca, cerrojo u otra cosa para impedir que se abra” y en México es “padecer estreñimiento” (¿mental también?).
Su sinónimo es atrancar. Tranca es garrote y/o palo o barra gruesa con la que se aseguran desde el interior puertas o ventanas cerradas.
Si de proponer se trata, ¿por qué don Arístides no propone la expresión “tranquear el zorro” que sí es empleada con mucha frecuencia en Yucatán como sinónimo de hacer el acto sexual? Sería bueno que la Academia “meta retranca”.