"Tambora agredida"

Nada de eso se oyó la noche de los “gritos” destemplados en la Plaza Grande.

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A propósito de la infausta presencia, a las puertas del Palacio de Gobierno, el viernes 15, de un conjunto de rufianes que destruyen la música y atacan valores sociales, luego de la ceremonia cívica del “grito” encabezada con toda solemnidad y propiedad por el gobernador Rolando Zapata Bello, considero importante hacer algunos comentarios y señalamientos sobre la música de banda o tambora, una tradición cultural iniciada en Sinaloa hace más de 200 años y que aquéllos se encargan de destruir con el consentimiento y la aprobación de grandes franjas de la sociedad que les pagan millonarias cantidades por sus “presentaciones”.

La banda sinaloense, uno de cuyos grupos emblemáticos desde 1930 hasta la actualidad es la Banda el Recodo de Cruz Lizárraga, es heredera de una tradición que agrupa expresiones musicales europeas –francesas y alemanas fundamentalmente- con reminiscencias de las culturas originarias de esa zona de México.

De los orígenes de la Tambora, dice la página oficial del Ayuntamiento de Mazatlán (www.mazatlan.gob.mx), “hay muchas versiones, pero la más apegada a la realidad es la que sustenta la socióloga y etnomusicóloga suiza Helena Simonette, la que, después de extensos estudios y análisis de registros históricos, llegó a la conclusión en su libro de doctorado ‘Que retumbe la Tambora’, que la Tambora Sinaloense nació en el Siglo XIX con la llegada a Mazatlán de inmigrantes alemanes, provenientes de la región de Bavaria, lugar en donde la música de viento era parte muy significativa de su cultura musical”.

Estos inmigrantes junto con sus familias y costumbres, añade el portal referido, trajeron consigo los clarinetes, las tubas, el contrabajo, las trompetas, el bajo, el tambor, los platillos las tarolas, las cornetas, el trombón y el sonido musical casi mágico que cautivó a las clases populares y fue el causante de que profusamente fuera adoptado en todo el territorio sinaloense.

La música de Tambora, explica, es el eje fundamental de nuestra cultura musical y la llave que nos ha permitido llevar a otros estados del país y al extranjero parte del sentimiento regional de un pueblo alegre y amistoso. Nadie después de escuchar sus notas deja de estar sorprendido por el ritmo y la armonía que contiene su estructura musical y a partir de ese instante cae envuelto irremediablemente en su vibrante embrujo (hasta aquí la cita).

Hay en esa música presencia genética de la polka y la mazurka, de tradiciones italianas, españolas, indígenas inclusive y la marcialidad militar (como la que magistralmente muestra la Banda de Música de la X Región Militar). Nada de eso se oyó la noche de los “gritos” destemplados en la Plaza Grande.

Fue una noche triste para la cultura.

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