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Aspirando las dulces notas de un café matutino en un pequeño rincón apartado del ruido, del caos y la vida misma, surge el respiro en forma de agradecimiento por la existencia de un nuevo día, de uno mismo, del presente que ha decidido tomarse unas vacaciones con la finalidad de no ejercer presión sobre el futuro. Y es que toda esta magia surge solamente por un café, el más profundo que pueda beberse, aquél donde se sumerge lo que somos.

La vida puede asemejarse a una taza que se va llenando con cada experiencia y momento, sin embargo, el cúmulo de cada sentimiento puede detonar en el derrame absoluto de lo interno. Dicha situación es válida en todo momento, pues nos constituimos de errores y aprendizajes derivados de los mismos, porque somos humanos y debemos de aprender a amarnos incluso dentro de nuestras imperfecciones. Por lo tanto, cada sorbo será según el minuto lo indique, es decir, algunas veces dulce y otras muy amargo, en unas ocasiones por elección y otras será incluso producto de la desesperación, pero la importancia radicará en nuestra manera de abrazar cada gota.

Existen tazas diferentes, unas más vistosas que otras, algunas más cómodas, frágiles o resistentes, con mayor capacidad de albergue, pero al final todas y cada una de ellas cumplen con la misma función. El corazón funciona de la misma forma, siempre llenándose con lo que recibe de los demás y, a pesar de que en muchas ocasiones se siente rebasado, permite que lo acumulado se desborde para llenarse cada una de las veces que sea necesario. Sin embargo, no hay que perder de vista que, al igual que el vidrio, suele fracturarse, y una vez que esto sucede, difícilmente lograremos unir con exactitud todas las piezas. Es por ello que se debe cuidar lo que se posee evocando a la delicadeza de su ser. Si lo deseas, cuídalo, protégelo como lo más preciado y sostenlo con firmeza, de lo contrario, colócalo despacio sobre la mesa tal cual lo encontraste y permite que descubra a quien sea capaz de brindar el soporte que tanto requiere.

Nuestro camino es sólo eso, un gran trago de café dentro de una taza de sentimiento tan delicada que cae en lo exquisito, pero que en consecuencia no se debe de permitir el beberlo tibio, sólo frío o caliente, sólo sí o no, porque no hay margen de duda, simplemente el ser humano es o no es, no hay puntos medios. Al mismo tiempo, tampoco es recomendable ir reparando lo ajeno mientras lo propio se debilita y se fractura cada día más, pues no se puede salvar, querer o proteger a quienes simplemente no quieren permitirlo. Así que cuida tu propia tacita, trátala con mucho cariño y mantenla siempre lista aún en contra de cualquier adversidad y aunque los días sean tan grises que te sea casi imposible percibir la luz del sol, pues por muy absurdo que parezca, siempre llegará aquel café que nos llene a cada instante, y éste sin duda alguna, será el más dulce y exquisitoñ.

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