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Nadie imaginó que Porfirio Muñoz Ledo se convirtiera en el soldado fedayin de la cuarta transformación. Con sus 86 años de colmillo retorcido, llegó a la presidencia de la Cámara de Diputados como un combatiente de la libertad y también como el crítico más afilado de su propio gobierno.

Don Porfirio, como le dicen a quien fuera comandante no solo del PRD sino también del PRI, escenificó en la víspera lo que para muchos fue una clara bofetada al Ejecutivo. Las lecturas de lo que pasó al anunciar su renuncia al mayor cargo en San Lázaro son diversas y encontradas.

Con su aplauso, la oposición quiso sacar provecho y dar un empellón a López Obrador. Lo cierto es que la maniobra de Muñoz Ledo despresurizó lo que en voz de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, era algo que “preocupaba” al presidente de México.

Tras varias encerronas se logró lo que parecía imposible: que la bancada mayoritaria cumpliera con la ley. El PAN accedió a la presidencia de la Cámara de Diputados, pero con una cuña heredada llamada Dolores Padierna.

De paso, México logró algo histórico. Por primera vez, el Congreso de la Unión estará encabezado por mujeres en ambas Cámaras. La diputada panista Laura Rojas hará dupla con la senadora morenista Mónica Fernández. Un triunfo para la paridad de género que habrá que ver si se traduce en avances legislativos.

Como no se veía en mucho tiempo, del Senado y diputados han salido algunos de los escándalos más comentados en la política nacional. Desde los nada nuevos señalamientos por moches, hasta las defensas ultranza de un Partido Verde Ecologista al gobierno del presidente López Obrador.

Muñoz Ledo, aquel que no sólo entregó la banda presidencial a López Obrador sino también a Carlos Salinas de Gortari, solo es la cereza del pastel de un recinto variopinto que a veces pareciera amigo íntimo de la improvisación.

Las divisiones que en las últimas semanas se han profundizado en Morena han tenido caldo de cultivo entre sus senadores y diputados. La pelea de Ricardo Monreal con Martí Batres demostró que el esquema de tribus perredistas desgraciadamente viene inscrito en el ADN del nuevo partido.

Entre tanto golpeteo dentro de Morena, hasta el propio López Obrador se ha desmarcado para aminorar el impacto en su imagen. Dejarlos, parece ser la receta, aunque el riesgo es alto y en la Presidencia de la República lo saben.

Con tantos flancos abiertos, puede haber espacio para errores y aciertos simultáneos. Muñoz Ledo dio muestra de que la buena política puede no gustar a todos pero es necesaria en tiempos de confrontación. La cuña para que apriete ha de ser del mismo palo, dicen por ahí. Y entre gitanos, como entre priistas, no se leen las manos.

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