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La conferencia mañanera se ha convertido en un circo gracias a los ocurrentes personajes que presentándose como pseudo reporteros interpretan papeles bien planeados para, por un lado, desprestigiar a los verdaderos comunicadores y, por otro, poner la alfombra diaria para el mensaje presidencial.

Seleccionado no solo para la conferencia de López Obrador, sino también para la del vocero de salud, Hugo López-Gatell, este ejercicio de difusión parece cada días más un capítulo de la vecindad del Chavo del 8.

Cual telenovela dirigida por Epigmenio Ibarra, el llamado a los actores es puntual a las 5 de la mañana. Desde temprano salen de las sombras las ladys y los lords matutinos. Para ocupar las primeras filas uno debe verse profesional, lástima que un moño en la camisa no ayude mucho, cuando quien paga despacha en ese mismo edificio.

Y así hemos visto desfilar lectores profesionales de papeles entregados por intereses superiores, que no sólo cuestionan sobre temas específicos, sino también lanzan insinuaciones calumniosas llenas de odio, ironía y desprecio hacia los opositores del gobierno.

Enfrente, quien tiene el micrófono a veces finge sorprenderse o de plano ocupa las palabras venenosas de quien pregunta para rematar la daga al destinatario de moda. La prensa de verdad no está presente, los que están todas las mañanas (salvo algunas excepciones) son bufones alquilados para entretener y engañar a la verdad.

La máxima difusión esconde un trampa perversa. Atrás de tanta conferencia está el espectáculo caótico de la saturación. Cada que algo malo pasa, se disparan los cartuchos de esa bien aceitada fábrica de sueños que ya no está en San Ángel sino en Palacio Nacional.

Para contrarrestar, la prensa ha optado por un periodismo más riguroso. La investigación es hoy el peor enemigo de la administración obradorista, pues el cartel de “al diablo la corrupción” se sostiene con alfileres de la falda de personajes impresentables que ocupan posiciones claves del gabinete.

Como candidato, AMLO logró capturar la agenda mediática del día a día. Todos respondían a los dichos del tabasqueño. Hoy, sin que tal vez muchos se hayan dado cuenta, poco a poco es él quien a diario tiene que excusar. Al tiempo, que hasta del mejor espectáculo se cansa el público.

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