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En México, el intruso lleva más de siete meses viviendo entre nosotros; llegó desde China después de un largo viaje por Europa y Norteamérica, y se ha convertido en la mayor amenaza biológica a la que se ha enfrentado la humanidad en la época moderna.

El Covid-19 es hoy por hoy un peligro latente para cada persona, sin importar su raza o condición social; incluso, los factores de riesgo, inicialmente asociados con una mayor mortalidad, se han puesto a prueba a partir de los decesos de personas jóvenes y con salud plena.

Hoy, la esperanza de la gente está puesta en las farmaceúticas y en su ambiciosa carrera por el desarrollo de una vacuna y/o tratamiento eficaz para combatir al coronavirus, pandemia que ha arrebatado la vida a más de un millón 150 mil personas de todos los continentes.

Los efectos estructurales que esta enfermedad ha propiciado a las sociedades son más que evidentes, desde la desaceleración económica y los millones de empleos que se evaporaron; hasta la inminente adecuación del trabajo hacia las plataformas virtuales y el cada vez más nombrado home office.

Con un movimiento audaz, muchas empresas respondieron de manera adecuada a este escenario inesperado e hicieron uso de la tecnología para continuar con la producción de bienes y servicios. Sin embargo, estas prácticas también se han decantado en nuevas relaciones laborales que aún no están reguladas a cabalidad y cuyos vacíos legales pueden afectar a los trabajadores.

Pase lo que pase, el Covid-19 representa un cisma entre lo que había antes y lo que hay después de la enfermedad. No sólo los servicios médicos, junto con los protocolos de atención, han tenido un vertiginoso cambio en pocos meses, sino también la educación a distancia (sobre todo la pública), en donde se lucha por no soltar la mano de los más desfavorecidos.

La pandemia puso a prueba a las estructuras estatales y también a la sociedad. Desde el despliegue de campañas educativas y de prevención, hasta la civilidad de acatar o no las normas expresas para evitar los contagios. Nadie estaba preparado, eso está claro, pero aún así nuestras debilidades se van, poco a poco, convirtiendo en fortalezas.

Después del Covid-19 vendrán otros virus, plagas y enfermedades no conocidas. Así como la Influenza AH1N1 fue la primera llamada, ahora el coronavirus nos pone en alerta de nueva cuenta. ¿Qué necesitamos para estar prepradados? Reforzar los sistemas de salud, fortalecer la educación y procurar el desarrollo equitativo de las regiones.

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