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No es que la gente tenga mala memoria y olvide rápido los escándalos del gobierno, lo que pasa es que, desgraciadamente, son tantos y tan recurrentes que los chismes se hacen viejos y de manera inmediata dan paso al siguiente.

La imparable violencia de género, el aumento en las desapariciones y muertes relacionadas con el crimen organizado, así como la emergencia migratoria en la frontera sur y los problemas de las sequías combinados con los incendios, son algunos de esos temas de los que la autoridad federal prefiere no hablar.

Eso sin contar la crisis financiera que, cual tsunami, aplasta la economía de millones de familias, con una inflación que amenaza a punta de pistola el bolsillo de los mexicanos y a la par, una escasa o nula estrategia gubernamental para salvar empleos, negocios e inversiones.

En cambio, el gobierno apuesta por socializar todo lo relacionado con el programa de vacunación contra covid-19 que, por más que se esfuercen en exagerar, avanza más lento que las investigaciones sobre las múltiples casas de Manuel Bartlet o los fajos de dinero de Pío López Obrador.

Para cómo van llegando las vacunas a México, guiño, guiño, nos quieren hacer creer que estamos cerca de Israel en lo referente al plan de inmunización; aunque en la realidad, las alertas nos acercan más a Brasil, no solamente por los esperados repuntes de la tercera ola sino también por el manejo populista de la pandemia.

Resulta urgente que la comunicación gubernamental aclare, explique y de ruta de lo que viene, pues según expertos de todo el mundo, la pandemia no es algo que acaba en este 2021, sino que continuará durante varios años. Habrá que seguir cuidándonos sin bajar la guardia.

Si algo hay que reconocerle al auto denominada cuatroté es la facilidad de escenificar escándalos de todo y por todo. Que si es el logo del aeropuerto, que si los libros de texto al fast track, que si el supuesto montaje de las vacunas con aire o los berrinches cínicos de sus impresentables fuera del INE.

Del pan y circo solo nos quedó el segundo, pues la escalada de precios ha mermado la alimentación de la población. Por más que digan que en este gobierno no hay gasolinazos la realidad se contrapone a la verborrea oficialista, que les pregunten a los automovilistas si no ha subido el precio de la gasolina o si en los hogares no se sufre por la escalada en el precio del gas.

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