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Como nunca se había visto, hoy somos testigos de un escenario de violencia contra las mujeres que indigna por la mezquindad con la que, desde la política, se dice atender este fenómeno.

Los videos donde aparecen candidatos de diversos partidos ofendiendo, denigrando y/o toqueteando a mujeres, se han vuelto cada vez más recurrentes.

Ante ello, la inacción gubernamental da muestra del poco o nulo interés que se tiene en procurar y defender a las mexicanas que son víctimas de estos deplorables hechos.

Es lamentable que un candidato a gobernador se diga ofendido y atacado después de ser exhibido manoseando a una compañera de partido.

Es indignante que los partidos auspicien las candidaturas de personajes señalados como abusadores y, más aún, ver cómo se revictimiza desde el poder a las mujeres que sufrieron esas vejaciones.

Es penoso también que, en pleno 2021, las llamadas “juanitas” hagan acto de aparición después de la lucha que se ha dado en México por el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres.

Es humillante que se tache de campañas negras a la difusión de escándalos en donde se vulnera la integridad de mujeres. Parece ser más incómodo y preocupante el impacto en las encuestas que las ofensas y violaciones de género que ocurren a diario en este país.

Cabe destacar que en un régimen moralizante como el que se pretende instaurar en México, la vara con la que se miden las ofensas siempre va cargada de ideología y, a veces, también de rencores mal curados.

Si los gobiernos de todos los niveles defienden a políticos que ofenden y denigran, por acción u omisión, a las mujeres, eso no solo los convierte en cómplices sino en incitadores de este tipo de actos que van en detrimento de los derechos humanos y a favor de la impunidad.

Más mujeres en política, no por cuota sino por derecho. Más mujeres en política, porque así debe ser. Porque en la construcción de una sociedad más justa, equitativa y solidaria, las mujeres juegan el papel principal.

Es por ello que normalizar el acoso en discursos políticos huecos que acusan campañas de desprestigio, es otra forma de violencia de género que no debemos permitir.

Un violador no será gobernador, como tampoco puede serlo un regidor, un alcalde, un diputado local o federal. La violencia contra las mujeres no es un juego, es un problema real que a diario arrebata la vida a niñas, madres, hermanas, esposas. Ni una más.

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