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Si a usted le sorprendió la reacción del gobierno mexicano respecto a lo que dijo Parlamento Europeo sobre la violación de derechos de periodistas y activistas que acontece en nuestro país, le pedimos que se siente y trate de conservar la calma porque aún habrá mucho más.

Basta con hacer una ligera revisión sobre el socorrido modus operandi de Palacio Nacional en momentos de crisis, ahí uno puede darse cuenta de que acciones como la acontecida en estos días tienen, nada más y nada menos, que la firma de la casa.

Lo mismo pasó con el famoso berrinche por el Penacho de Moctezuma o la solicitud de perdón al gobierno español por La Conquista. Lo cierto es que hay de niveles a niveles en las cortinas de humo y este gobierno podría llevarse un premio en creatividad y ocurrencia, pero también en cinismo y desfachatez.

De qué tamaño es el boquete en las encuestas de aceptación para que se tenga que recurrir cada vez con mayor frecuencia a estrategias basadas en escándalos queya rayan en vergüenza nacional.

Vaya, hasta el propio Noroña criticó el soez escrito que a todas luces eludió el filtro de la Cancillería nada más por venir aderezado con la redacción del patrón. En esta ocasión no solo fueron los de enfrente, los llamados opositores, adversarios, enemigos quienes criticaron el exceso; las propias huestes de Morena alzaron la ceja y se notaron abiertamente confundidas al no poder justificar lo que pasaba.

Fuimos testigos de casos lastimeros como el de la diputada federal Patricia Armendáriz, quien despotricó contra el boletín oficial del gobierno de México, al creerlo de inicio falso, para tragarse casi de inmediato sus palabras y trapear el piso con su dignidad en cuanto se enteró de que fue el propio presidente López Obrador quien redactó el documento.

Al respecto, fueron varios quienes sacaron del baúl de los recuerdos aquel adagio que retrataba de pies a cabeza el presidencialismo del siglo pasadoque creíamos extinto:

—Oye, ¿cómo ves que los cocodrilos vuelan?
—Eso no es cierto, ¿quién dijo esa tontería?
—Lo dijo el señor presidente.
—Ahhh, bueno. Es que sí vuelan, pero bajito.

Pasamos de las simples maromas de los aplaudidores a ver saltos desde trampolines cada vez más altos. Lo cierto es que se están acabando las excusas, ya no hay pasado al cual culpar, al cual señalar y enjaretar desgracias. Atrás ya quedaron años de gobierno y con ellos se fueron oportunidades valiosas que se desvanecen con el bla, bla, bla.

ENTRETELONES

Se acerca el día en que darán inicio las operaciones en el nuevo aeropuerto de Santa Lucía y con ello, por fin, conocer de qué tamaño será el calvario para los usuarios nacionales e internacionales. La necedad sale cara y, por desgracia, la costearán quienes menos culpa tienen en el asunto. ¡Buen viaje!

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