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Una de las pocas dietas que se considera realmente saludable es la maya mesoamericana -además de la mediterránea y la china-, basada en productos derivados de la milpa (kool) que posee un avanzado equilibrio nutricional y ecológico. Esta dieta ha sido catalogada Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad por la Unesco y considerada por la OMS saludable.

Las variedades de maíz (Zea mays) han contribuido con carbohidratos y energía; los frijoles (Leguminosae) son las principales fuentes de proteínas; los chiles (Capsicum) y tomates (Lycopersicom esculentum) aportan vitaminas y minerales. Las calabazas (Cucurbitaceae), proteínas y fibra, y sus semillas son fuentes de grasas. En la península yucateca se introdujeron a la milpa plantas locales y de otras regiones (tubérculos, raíces, hierbas medicinales y de condimentos o especias), aunque este sistema alimentario lo componen el maíz, el frijol, la calabaza y el chile.

La dieta de la milpa maya es amplia y diversa y diferente a la de otras regiones de Mesoamérica. Es vegetariana y animales como el venado, el pavo silvestre, el jabalí y otras especies menores son una fuente complementaria de proteínas y grasas. Si a ello agregamos las ancestrales técnicas de preparación de los alimentos: secado o tostado, molido, tamulado, remojado con cenizas o cal, macerado, fermentado, asado a la leña o carbón y cocido en hornos subterráneos, el resultado es una amplia variedad de recetas: tamales, atoles, pozoles, tortillas, pinoles, salsas, ensaladas, caldos, k’oles, pipianes, etc., con bajos contenidos de grasas y que favorecen el estado de antioxidación. Lamentablemente está perdiendo importancia frente a las dietas monótonas, ricas en grasas saturadas, azúcares refinados, harinas sin fibra y carbohidratos con bajo contenido proteico que se promueve a través de alimentos procesados y que no son idóneas en ninguna dieta.

Por ello y debido a la crisis sanitaria actual de Covid 19 y los trastornos ocasionados a personas con obesidad y enfermedades crónico-degenerativas, académicos de la UNAM, el CICY y la UADY y activistas de organizaciones de la sociedad civil recomiendan la recuperación, revaloración y fomento de este modelo de alimentación, pues tiene la capacidad de prevenir obesidad, diabetes, hipertensión, ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, diversas formas de cáncer y muerte prematura.

En Yucatán, además de la alta prevalencia de dichos padecimientos en personas mayores de 20 años, la obesidad infantil se ha convertido en un problema de salud, paradójicamente muchos de estos niños también presentan desnutrición. Para su control se requiere del incremento de la actividad física y la reducción de peso con una adecuada alimentación. Como en toda dieta, hay que combinarlos de forma rica y saludable, y comer las porciones adecuadas. El reto ahora de instancias gubernamentales, académicas y de la sociedad civil es cómo apoyar y meter en razón a la población para que decida modificar sus hábitos y regresar a un modelo de dieta basado en los productos de la milpa y asociados.

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