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Con excepción de la señalización de los antiguos topónimos mayas de poblaciones, zonas arqueológicas, grutas y cenotes, la Península de Yucatán no cuenta con una política para la implementación de una señalética en lengua maya en los espacios públicos (calles, avenidas, parques, jardines), y semipúblicos (escuelas, oficinas de gobierno, deportivos).

La lengua maya ha sido escasamente considerada en la vida pública peninsular, y en los servicios estatales. Ha sido el español prácticamente la única lengua utilizada como lengua oficial. Solo algunas zonas arqueológicas y museos de sitio dirigidos a los turistas, como Dzibilchaltún, incluyen rótulos e inscripciones en formato trilingüe español, maya e inglés; así como muy contadas dependencias de gobierno, escuelas y albergues escolares del medio indígena.

El paisaje lingüístico nos habla de cómo los espacios públicos se construyen simbólicamente mediante una lengua y de cómo las lenguas se relacionan entre sí.

Dentro de este fenómeno, la señalética tiene la función de comunicar mensajes, tanto a través de símbolos como del lenguaje escrito, destacando aspectos como ubicación geográfica, lenguaje del pueblo, toponimia e identidad.

Los lingüistas Landry y Bourhis consideran que el paisaje lingüístico está constituido por el conjunto de usos lingüísticos en anuncios comerciales, rótulos de calles y carreteras, letreros y avisos en edificios públicos y en otros textos escritos en sitios públicos.

La señalética en lenguas originarias –maya en el caso peninsular– no solo cumple una función simbólica, es un vehículo visual que refleja la realidad demográfica de la región, y visibiliza las lenguas indígenas que han sido obviadas; hace relevantes los derechos lingüísticos; cumple con una política de inclusión, refuerza el derecho a la identidad étnica y a la lengua propia.

Además, desarrolla todo un sinfín de posibilidades de trasmisión de información.
Espero que representantes del pueblo maya y funcionarios, con las nuevas normas y leyes que salvaguardan los derechos lingüísticos, sumen esfuerzos para que las lenguas originarias, como la maya, se vayan incorporando en los espacios públicos.

Por citar algunos ejemplos, sería importante que, en los municipios con población maya, la señalética y la toponimia se establezcan en esa lengua, además del español.

Que en oficinas de gobierno, hospitales públicos y escuelas, los avisos, convocatorias, programas gubernamentales y la señalética institucional se coloque en maya y español con el fin de ofrecer a la población orientación óptima, y con un enfoque intercultural en la gestión de servicios públicos.

La tarea no es fácil, para empezar se requiere de voluntad política, y establecer un marco normativo; luego, sensibilizar, capacitar a funcionarios públicos y realizar estudios de competencias lingüísticas, entre otros.

Para una lengua amenazada como la maya peninsular –hoy día con cerca de 800 mil hablantes– es importante que, además de que se hable, se le vea y se haga parte de la cultura material, visible, tangible.

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