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El pasado 26 de junio hablemos de dos días internacionales que traen a la mente las actitudes indebidas que puede cometer un ser humano: lo relacionado con las drogas ilícitas y la tortura.

Ante el peligro que representa para la salud mundial, la ONU instituyó en 1987 el Día Internacional Contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas. La humanidad ha sufrido mucho por el problema que representa el consumo ilícito de los estupefacientes. De acuerdo con el Informe Mundial sobre las Drogas de 2017, se considera que el 5% de la población adulta usó al menos una vez las drogas en el año 2015, además de que 29.5 millones de personas, o un 6% de la población adulta mundial padece trastornos ocasionados por el consumo de drogas, entendido esto como dependencia a los enervantes, o que necesitan tratamiento para ayudarlos a combatir su adicción.

Si esto es desalentador, da tristeza en grado sumo saber, de acuerdo con las cifras dadas a conocer por la ONU, de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes, que en 2014, en México, 17.2% de los alumnos encuestados en secundaria y bachillerato reconocieron haber probado alguna droga ilegal. Pero el asunto no se detiene ahí, porque los niños de primaria, en un 3.3%, también dijeron haber probado alguna droga ilegal.

¡Tristísimo!

En cuanto al Día Internacional en Apoyo a las Víctimas de la Tortura, un crimen en el Derecho Internacional, no debemos circunscribirnos a la que puedan perpetrar guardianes del orden o fuerzas armadas, ya que la tortura se entiende como todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, para obtener una información o castigarla por algo.

Se debe considerar también como tortura cualquier discriminación que tenga los mismos resultados anteriores.

La Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, de 1984, en su Artículo 1, párrafo 1, señala que no se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas.

Lamentable, muy lamentable que la humanidad pueda sufrir cualquiera de estos dos flagelos. Si miramos al final del túnel vislumbraremos que estos azotes contra la humanidad los perpetran seres humanos contra otros seres humanos -“homo homini lupus”-, lo cual es lamentable desde el prisma de las prerrogativas humanas.

A veces pesa mucho tener los valores que deben caracterizarnos para triunfar por encima de los antivalores que, como ya hemos visto, distancian con mucho lo racional de lo irracional, la nobleza de la barbarie.

¡Tristísimo!

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