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El Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición se conmemoró el 23 de agosto y el próximo viernes 30 recordaremos el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

Ambas efemérides no nos dejan olvidar la vergüenza de comprobar que el hombre es el lobo del hombre (homo homini lupus, bien señalado por Plauto en su obra Asinaria), como ya he mencionado en otra ocasión.

Esclavitud, comercio cuya materia prima eran personas como usted o como yo, que no tuvieron más infortunio que la diferencia del color de la piel. Niñas y niños, mujeres y hombres jóvenes fueron objeto de ese comercio que se extendió hasta nuestro amado México.

Sin embargo, los males no duran para siempre, por fortuna y después de muchas luchas y sacrificios, la esclavitud ha sido proscrita. En 1810 Miguel Hidalgo y Costilla prohibió esa práctica bárbara, aunque hubo mucha resistencia de parte de quienes poseían esclavos. Una página negra en la historia de la humanidad.

Cuando en el mundo parecía haberse desterrado para siempre el infame comercio de seres humanos, hete aquí que en el panorama mundial surge la que ahora conocemos como “la moderna esclavitud del siglo XXI”, que es ni más ni menos que la trata de personas que no respeta ni edades ni sexos, porque lo mismo son víctimas de ese comercio delictuoso niñas, niños, jóvenes, hombres o mujeres e incluso personas adultas mayores.

Otro baldón en nuestra historia es la desaparición forzada, de la cual nos dice la ONU: “La desaparición forzada se ha convertido en un problema mundial que no afecta únicamente a una región concreta del mundo. Las desapariciones forzadas, que en su día fueron principalmente el producto de las dictaduras militares, pueden perpetrarse hoy día en situaciones complejas de conflicto interno, especialmente como método de represión política de los oponentes”.

Las principales víctimas son: defensores de derechos humanos, parientes de las víctimas, sujetos a doble victimización, y todos aquellos que luchan por la paz y la sana convivencia humana.

Estas dos fechas conmemorativas no solo deben de movernos a la reflexión, sino a ser parte activa de los movimientos que protegen los derechos humanos.

En todos los estratos de nuestra sociedad debe permear la observancia de las leyes y la educación en materia de los valores que distinguen a cualquier ser humano de bien, por encima de la maldad que puede llegar a la barbarie, antivalores en grado extremo que tanto lesionan a seres inocentes que acaso lo único que busquen para su existencia es una vida llena de paz y de esperanza en una existencia de progreso, de felicidad.

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