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La contención del coronavirus Covid-19 en el mundo entero, obviamente incluido México y particularmente Yucatán, ha demostrado sin lugar a dudas la necesidad del trabajo estrecho que en todos los órdenes de la vida cotidiana han de realizar gobernantes y gobernados.

De sobra conocemos los casos donde los trabajos de prevención del mortal virus no se hicieron a tiempo, como en Italia, en donde el estado y los ciudadanos están sufriendo las terribles consecuencias.

Salvarnos del contagio directo ha conllevado a medidas dolorosas no solo en el caso de la economía, sino también en lo que al aislamiento social concierne.

La incertidumbre y el miedo están llevando a una gran parte de nuestra población a estados cercanos a la psicosis o enfermedad mental, que en situaciones extremas puede desembocar en esquizofrenia o paranoia, con delirios o alucinaciones, e incluso al suicidio. No menos agobiante es el estrés, que el Diccionario de la Lengua Española define como “tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”.

Esas tensiones llevan a quien o quienes las sufren a realizar cosas que en términos generales no harían: agresividad, discriminación, falta de respeto hacia las demás personas y en el extremo, como ya nos hemos enterado a través de los medios de comunicación, hasta el punto de agredir a personal médico que arriesga su propia vida en el combate al Covid-19.

Palabras más, palabras menos, un médico amigo me señaló: El personal médico en todos los niveles somos seres humanos y también podemos ser víctimas del coronavirus. Por protección de mi familia no estoy yendo a mi casa, tengo que cuidarme y cuidarlos a ellos, además de la atención a mis pacientes…

Nada justifica agredir a alguien y mucho menos si ese alguien puede salvarnos la vida a mí o a alguno de mis seres amados.

Cuidemos y ayudemos a salir adelante a esos héroes que hacen la diferencia entre nuestra vida y la muerte, ante la amenaza de esta pandemia: el personal sanitario.

La humanidad requiere de personas de bien, solidarias, empáticas para ayudar a quienes el infortunio les ponga un escollo y eso solo podemos lograrlo retornando a los valores que como seres humanos hemos de tener para lograr un mundo mejor. Cambiar al mundo es imposible, me dirán, pero, si queremos, sí hay un mundo que podemos cambiar: el propio.

Vale la pena hacer el esfuerzo; si cambio yo para mejorar habrá valido la pena mi esfuerzo para hacer un mundo mejor, un entorno en el que todos defiendan y por sobre todo respeten las prerrogativas fundamentales, tarea primordial de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Yucatán.

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