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Una de las paradojas que han sacudido los cimientos de la humanidad, entre otras tantas, es la muerte violenta de Mohandas Karamchand Gandhi a manos de un fanático religioso, el 30 de enero de 1948.

La paradoja es que Gandhi, a quien se le conoce también como el “apóstol de la no violencia”, fue abatido a tiros.

Con su adhesión a la no violencia, Gandhi logró la independencia de su país, India, tras llevar a su pueblo a la resistencia civil en contra del dominio británico.

Winston Churchill, primer ministro británico, no ocultó su desprecio hacia Mohandas, a quien llamó un “faquir medio desnudo”.

Gandhi motivó la admiración de su paisano, otro gran hindú, el poeta Rabindranath Tagore, quien le impuso el calificativo de mahatma, alma grande, como ahora se le conoce universalmente: Mahatma Gandhi.

La Unesco, siglas de United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), instituyó en 1964, para conmemorar la muerte de Gandhi, el Día Escolar de la no Violencia y la Paz el 30 de enero.

En la lucha contra la violencia he de mencionar el terrible fenómeno del bullying, o acoso escolar, perpetrado por los mismos alumnos de los centros docentes, violencia o acoso que uno o más perpetradores dirigen hacia un alumno o alumna o a más de uno, con la intención de hacer daño, de lastimar.

Este problema requiere de la atención de todas las personas que intervienen en el proceso de educación, desde las autoridades escolares, alumnos, alumnas y padres de familia para evitar acciones denigrantes que finalmente pueden, en algunos casos extremos, conducir a la víctima a atentar contra su propia existencia, luego de un proceso en el que baja la autoestima de la o las víctimas del acoso escolar.

Los padres de familia debemos enseñar a nuestros hijos en la educación informal (la académica es la educación formal), para que abreven en los valores como la tolerancia, la honestidad, la solidaridad, la no violencia, la paz y consecuentemente el respeto a los derechos humanos.

Una tarea muy difícil para los padres de familia es dejar de lado el autoritarismo, la imposición y consecuentemente la represión para tratar de educarlos.

Niñas y niños replican esos antivalores con sus compañeros de aula.

El amor, la comunicación y la calidez del hogar, en dos palabras, buen ejemplo, serán la mejor escuela para integrar a nuestros hijos en la sociedad como entes de bien, de valía para esa misma sociedad y para ellos mismos, ya que serán ejemplo positivo para quienes tengan la fortuna de estar en su entorno.

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