No pasa nada

Cuando a Trump no le salen bien las cosas, suele dirigir la "artillería" hacia México.

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No obstante los esfuerzos del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, por mantenerse en las notas periodísticas, resulta un hecho incontrastable que día a día va perdiendo popularidad. Hoy alcanza apenas entre el 34 por ciento y el 36 por ciento, dependiendo de la compañía encuestadora, cuando apenas cumple seis meses de su entronización.

Esa baja se explica por su incapacidad para cumplir promesas de campaña, en buena parte porque no se puede y porque aun realizándolas no solucionan los problemas, como había ofrecido. En este sentido destaca la derrota de su intentos, cena con senadores de por medio, por anular el popular programa de salud Obama Care, a pesar de contar los republicanos con mayoría en las cámaras legislativas, lo que debe dejar patidifusos a los promotores mexicanos de la segunda vuelta.

Una muestra de su conflictividad son, sin duda, las desavenencias entre el magnate y sus colaboradores, así como entre estos mismos, de manera que su gabinete ocupa el no tan glorioso primer lugar en “rotación de personal”; es decir, de despedidos, como sucedió con su vocero Sean Spicer.

El Rusiagate en que está involucrado Donald Jr. no deja de ser otra fuente de distracción. El problema es que cuando no le salen bien las cosas al republicano suele dirigir la atención hacia México, que poco a poco va aprendiendo a sobrellevar el bullying que le propina; por ejemplo, con la revisión del TLC, que se debe iniciar en agosto.

No obstante, hay que reconocer que la relación económica, debido tal vez al reconocimiento de la estrecha relación de complementariedad entre las empresas de ambos países, ha dejado de ser fuente de distorsiones del mercado, como lo demuestra el equilibrio monetario que se ha alcanzado.

La publicación de los objetivos norteamericanos en la revisión del TLC contribuyó a eliminar la incertidumbre que se había generado, pues, aparte de la inclusión de un apartado sobre los avances tecnológicos relacionados con el internet y las telecomunicaciones y el rediseño de mecanismos de solución de conflictos, no habrá mayores modificaciones que pactar.

Dada la cercanía de los procesos electorales en México, se ha fijado diciembre como plazo máximo para concluir los acuerdos de actualización del TLC, con el objeto de mantenerlos alejados de las posturas electorales, aunque debemos reconocer que sólo uno de los precandidatos visibles se ha manifestado contra el TLC. El mismo que anunció que cancelaría la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.

Aunque, como dijo el empresario Alfonso Romo, no pasa nada, una cosa dice como candidato y otro será su comportamiento como mandatario, ya lo vimos cuando gobernó el DF.

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