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Esta semana el gobierno de los Estados Unidos anunció que retoma su compromiso con el “Acuerdo de París”, lo cual representa una gran noticia para la atención de problemas ambientales en todo el mundo. Recordemos que durante el gobierno de Donald Trump, ese país se había negado a cumplir el acuerdo, lo que representó un gran retroceso en la atención a los problemas del cambio climático, y esto, por decirlo de alguna manera, puso nerviosos a los demás participantes de este pacto.

El 12 diciembre de 2015, en la COP21 de París, las partes de la Convención Marco de Naciones Unidas Contra el Cambio Climático (CMNUCC) alcanzaron un acuerdo histórico para combatir ese fenómeno y acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono. El Acuerdo de París se basa en la Convención y, por primera vez, hace que todos los países tengan una causa común para emprender esfuerzos ambiciosos para combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos, con un mayor apoyo para ayudar a las naciones en desarrollo a hacerlo.

El objetivo central del Acuerdo de París es reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático manteniendo el aumento de la temperatura mundial en este siglo a menos de los 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar aún más el aumento de la temperatura a 1.5 grados Celsius. Además, el acuerdo tiene por objeto aumentar la capacidad de los países para hacer frente a los efectos del cambio climático y lograr que las corrientes de financiación sean coherentes con un nivel bajo de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y una trayectoria resistente al clima. Para alcanzar estos ambiciosos objetivos, es preciso establecer un marco tecnológico nuevo y mejorar el fomento de la capacidad, con el fin de apoyar las medidas que adopten los países en desarrollo y los más vulnerables, en consonancia con sus propios objetivos nacionales, y movilizar y proporcionar los recursos financieros necesarios.

El Acuerdo de París también prevé un marco mejorado de transparencia para la acción y el apoyo y exige a todas las partes que hagan todo lo que esté en su mano por medio de contribuciones determinadas a nivel nacional y que redoblen sus esfuerzos en los próximos años. Esto incluye la obligación de que todas las partes informen periódicamente sobre sus emisiones y sobre sus esfuerzos de aplicación. También habrá un inventario mundial cada cinco años para evaluar el progreso colectivo hacia el logro del propósito del acuerdo, y para informar sobre nuevas medidas individuales de las partes.

Este acuerdo quedó abierto a la firma el 22 de abril de 2016 -Día de la Tierra- en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York y entró en vigor el 4 de noviembre de 2016, treinta días después de que se cumpliera el llamado “doble criterio” (ratificación por 55 países que representan al menos el 55% de las emisiones mundiales). Desde entonces, más países han ratificado y siguen ratificando el Acuerdo, y alcanzaban un total de 125 a principios de 2017.

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