Roma
El poder de la pluma
Mañana domingo 24 de febrero por la noche, estoy seguro que presenciaremos a través de nuestras pantallas de la televisión otra noche gloriosa para el cine hecho por mexicanos, quizá la más gloriosa de todas en la historia de los premios Óscar. Y no estoy haciendo vaticinios para después, si fui certero, presumir de visionario, tampoco es mi propósito demeritar las anteriores películas mexicanas que han sido galardonadas, se trata simplemente de que veo muy claras las condiciones para que eso suceda.
Por fin pude ver Roma en una sala de cine, donde debe de verse una obra así de magnífica, y me ha parecido una verdadera pieza de arte de principio a fin. Creo que Alfonso Cuarón Orozco utilizó magistralmente la semiología, instrumentando un lenguaje basado más en un conjunto de signos que de palabras; signos que son portadores de sentido, signos construidos desde una naturaleza prominentemente social, logrando así que su mensaje tenga un profundo significado para el espectador que haya logrado entender esos signos, moviendo las fibras más sensibles de su alma.
Desde el inicio mismo del filme, con los cubetazos de agua jabonosa yéndose por la sifa al sistema de drenaje, imágenes ricas en texturas y formas, las burbujas del detergente, el piso, los sonidos del agua al correr y la escoba al cepillar, signos inequívocos de una labor por excelencia asignada al personal de servicio, a la muchacha. Con esos signos Cuarón, sin que se haya pronunciado una sola palabra, nos conduce al tema protagónico y nos sitúa en el corazón mismo de la historia, su historia, esa que nos quiere contar y con la que nos quiere hacer sentir.
Lo mismo al final, Cleo sube una laberíntica escalinata de frágil herrería llevando como carga un signo de su trabajo, la ropa de la familia que ha de ser lavada, hasta la azotea, y nos deja Cuarón ahí la imagen fija en contrapicado mientras leemos los créditos y abandonamos la sala. Interpreto ahí una clara representación simbólica de la aspiración a subir, a prosperar, pero para ello ha de transitarse un camino tortuoso, asumir riesgos, llevar cargas.
Y entre principio y fin, una elocuente narrativa de la vida diaria de una familia típica de la clase media mexicana de los años setenta del siglo pasado, en cuyo centro mismo se encuentra la vida de Cleodegaria, la empleada doméstica. Así evocamos y nos conmovemos con los signos que despiertan nuestra memoria y nos llevan por un formidable viaje al pasado.
No sé cuántas estatuillas alcance de entre todas para las que está postulada, pero aún antes de la ceremonia, Roma ya ha causado sensación en todo el mundo y es desde hoy la gran ganadora de los Óscar; ha sido polémica, ha despertado envidias y debates sociales, pero, sobre todo, ha conquistado muchos corazones, entre ellos el mío.