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Cobra cada vez más auge en el mundo el concepto de ciudades circulares, una idea vanguardista que no se refiere a la geometría de las urbes, sino a propiciar un cambio disruptivo en sus procesos, que propone dejar atrás el tradicional ciclo de extraer, producir y desechar para sustituirlo por un modelo inspirado en la naturaleza, un sistema caracterizado por diseñar, producir y utilizar cosas respetando los limitados recursos de que disponemos, mientras se eliminan los residuos y la contaminación; un sistema en donde los materiales sean reutilizados y se permita o promueva la recuperación de los recursos naturales.

No es tarea sencilla, se requieren enormes cambios y mejoras al modelo imperante, cambios que ya se han vuelto indispensables si tenemos en cuenta que más del 50% de la basura global es generada en las ciudades, las cuales aportan entre un 60 y 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y consumen poco más del 70% de la energía en todo el planeta.

Una ciudad circular es también verde. Esto significa poner en el más alto nivel de prioridad el contar con una extensa y variada red de áreas naturales y semi naturales, que es uno de los métodos más efectivos que las ciudades tienen a su alcance para abordar la solución de asuntos tan importantes como la gestión de residuos, el combate al estrés térmico, la mejora sustancial de la calidad del aire y la biodiversidad, así como otros indicadores de la calidad de vida de sus habitantes.

La decisión de transitar desde un modelo lineal a uno circular de ciudad precisa de un liderazgo abierto, que se genere desde la sociedad civil. Todas las partes interesadas, tanto del sector público como del privado, tienen que estar en la mesa tomando las decisiones, mostrando el rumbo, con una visión creativa, innovadora y de largo plazo.

Cambios complejos como éste son un desafío que consume tiempo y requiere talento en muchas disciplinas, involucra infraestructura, modelos de negocio, logística, comportamiento social. En principio, se tendría que reducir el estrecho vínculo que existe entre el uso de nuevos recursos o materia prima virgen y el crecimiento económico, y fomentar la introducción de recursos renovables a este ciclo, haciendo que permanezca dentro del círculo el mayor tiempo posible, transformándose continuamente.

Otro aspecto que debe abordarse en un modelo circular de ciudad es la gestión de los recursos hídricos, desde la captación y reutilización de aguas pluviales hasta el cuidado y preservación de las fuentes de abastecimiento. Sin duda la administración de los residuos con el objetivo claro de alcanzar un estatus de cero desechos. Disminuir el consumo de energía mediante la eficiencia, en combinación con generación distribuida limpia y renovable.

Éstos son solo algunos elementos que, incorporados a nuestro modelo de ciudad, garantizarán para nosotros y nuestros hijos un futuro promisorio y verdaderamente sostenible.

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