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Hace algunos años, solía colaborar con mi padre haciéndome responsable de la comercialización en el extranjero de las apetitosas y dulces papayas que, con paciente dedicación, él producía en los pedregosos suelos del oriente de Yucatán. Una soleada mañana de sábado, estando en las gradas de uno de los campos de beisbol de la Liga Yucatán, mientras disfrutaba un emocionante partido en el que mi hijo mayor se desempeñaba como pítcher de su equipo, recibí una llamada de nuestro broker, que tenía simultáneamente al teléfono a nuestro principal cliente en Hunts Point, en la ciudad de Nueva York.

Ahí, con la cuenta de 3 bolas y 2 estraics en la pizarra, me tuve que enfrentar a un furioso Joey Delmar, reclamando que estaba recibiendo en ese momento, en el andén de sus bodegas, un camión refrigerado cargado con papayas, que en un alto porcentaje mostraban síntomas de una enfermedad muy común en plantas y frutas tropicales, llamada antracnosis, que es causada por un hongo.

Vanos fueron mis intentos de explicar que al salir de nuestros campos es imposible saber que la fruta va infectada con dicho hongo, cuyos efectos dañinos se manifiestan durante el viaje del producto, mientras la fruta desarrolla su procesos de maduración. Imposible intentar siquiera explicar que esa enfermedad afecta únicamente la cáscara de la fruta y que, a pesar de su fealdad, si uno la corta, por dentro encontrará una pulpa igual de firme y sabrosa. Su posición era clara, directa y firme: “Es tu responsabilidad y tu obligación entregarme un producto en perfectas condiciones, no importa lo que tengas que hacer para lograrlo, y la mía es comercializar tu producto con toda mi experiencia y talento para obtener por esas papayas el mejor precio posible para ti”.

Una vez amainada la tormenta, Delmar, mi broker, se despidió diciendo: “Welcome to New York, Raúl”, en referencia a la legendaria e implacable exigencia de los neoyorquinos por la calidad y el cumplimiento de los compromisos, por entregar resultados sin pretextos ni explicaciones de ningún tipo. Así son las grandes ligas de los negocios.Para mí, este episodio significó un gran aprendizaje que me ha servido en muchos aspectos de la vida, no solamente en los negocios. Los resultados siempre deben ser los mejores que uno puede entregar. Cuando tienes oficialmente un asunto bajo tu responsabilidad ya no cabe culpar al que estaba antes, ya no es válido argumentar que es difícil, que toma tiempo, pedir comprensión porque te estás esforzando, paciencia porque ya falta poco para empezar a notar los resultados.

El gran peligro de consentir y a veces celebrar la mediocridad es que se vuelva normal, tolerada, aceptada como un modo de vida. Los seres humanos estamos hechos para la excelencia, cada uno dentro de sus capacidades y habilidades, pero siempre en la ruta de una mejora constante. Nunca aceptemos menos, siempre tenemos que intentar batear de jonrón.

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