Tu huella más honda: no dejar ninguna
El poder de la pluma
“Los ecosistemas sustentan todas las formas de vida de la Tierra. De la salud de nuestros ecosistemas, depende directamente la salud de nuestro planeta y sus habitantes”, dice la ONU en relación con la celebración por el Día Internacional de la Madre Tierra, conmemorado el pasado 22 de abril.
Resulta muy pertinente destacar la estrecha relación que tiene el equilibrio de los ecosistemas, con la salud humana, hoy que continuamos luchando fuerte contra una enfermedad pandémica que a pesar de los avances en los programas de vacunación, sigue causando estragos en todo el mundo. Recordar esta efeméride tiene que mover la voluntad de los humanos para incrementar el alcance y la profundidad de nuestras acciones para reducir cuanto antes las emisiones contaminantes que nos tienen enfrentados a una emergencia climática sin precedentes, cuyas consecuencias impactan primero y con mayor intensidad a las personas más vulnerables.
Muchas veces se nos educa para ser capaces de dejar una gran huella de nuestro paso por la vida, la mayoría de los seres humanos aspiramos a dejar un legado tan grande, que sea capaz de trascender más allá de la propia muerte.
Sin embargo hoy, no podría imaginar una huella más honda, mas grande, más significativa y realmente trascendente, que no dejar ninguna.
El concepto de huella ecológica es un índice o concepto que fue creado por William Rees y Mathis Wackernagel, que mide la superficie en hectáreas que es necesaria para producir los recursos que consume, y absorber los residuos que genera un ser humano específico, independientemente de dónde estén localizadas estas áreas.
Verlo desde esta perspectiva, y ponerle una unidad de medida tangible, hace que cobre sentido la definición de desarrollo sostenible que venimos escuchando desde hace décadas y que consiste en satisfacer las necesidades presentes, sin comprometer la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras.
Para animarnos a poner manos a la obra, sería de gran ayuda recuperar la capacidad de admirar la belleza y majestuosidad de nuestro planeta, de nuestra Madre Tierra. Hace 685 años, un 26 de abril pero de 1336, el poeta y filósofo italiano Francesco Petrarca, considerado por muchos como el padre del humanismo, escaló por vez primera los 1909 metros de altitud del Mont Ventoux al sureste de Francia, sin un fin práctico alguno, más que el de disfrutar con admiración el paisaje, motivo por el cual también se considera esa fecha como el día que nace el alpinismo como deporte.
Deseo que admirando lo hermosa que es la Tierra, como lo hizo en su ascenso Petrarca, alcance para inspirarnos a todos hoy para revisar nuestros hábitos de consumo y de desecho, e implementar de inmediato acciones que nos lleven a reducir al mínimo posible la huella que dejaremos al partir de este planeta, o incluso alcanzar el ambicioso objetivo de no dejar ninguna después de haber cumplido con nuestra misión.
¡Eso sí que sería dejar una honda, perdurable, y trascendente huella!