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-Fijate en que estos túneles están iluminados y su temperatura es la normal de la Tierra. Probablemente ha sido así durante los diez años que han permanecido desiertos.

- ¿Cómo es eso?

- Energía barata; la más barata del Sistema. Fuerza solar, ¿comprendes?, y en la cara solar de Mercurio, la fuerza solar es “algo”. Por esto la estación fue construida a la luz del sol en lugar de las sombras de la montaña. Es realmente un enorme transformador de energía. El calor es transformado en electricidad, luz, fuerza mecánica y lo que quieras; de manera que la energía es suministrada por un proceso simultáneo, pues sirve también para refrigerar la estación.

- Mira -dijo Donovan-. Todo esto es muy instructivo, pero, ¿te importaría cambiar de tema? Ocurre que esta conversión de la energía de que hablas es realizada principalmente por la barrera de fotocélulas, y éste es para mí un doloroso tema en este momento.

Aunque lo parece, el diálogo anterior no es una entrevista laboral entre el director de Recursos Humanos y el candidato a relevar en su cargo al director general de la CFE, sino solamente un pequeño fragmento del cuento “Círculo vicioso”, escrito por Isaac Asimov en 1941, cuya historia se desarrolla en el ya cercano año 2051. Esta formidable pieza de ciencia ficción ocurre en el planeta Mercurio, a donde Gregory Powell y Michael Donovan son enviados junto con el robot SPD-13 (Speedy), con la misión de poner de nuevo en funcionamiento una estación minera que había sido abandonada diez años atrás. La estación cuenta con una barrera de fotocélulas, que no solamente la protegen de la irradiación solar de mercurio, miles de veces más alta que la que experimentamos en la Tierra, sino que le proveen de abundante energía para sostenerse en operación. Pero sucede que estos dispositivos han sufrido daños severos y hace falta obtener selenio, un material fotosensible componente de las fotocélulas, para poder repararlas.

Hoy en México, hablar de energía es algo doloroso, pero no por eso debemos cambiar de tema, como pide Donovan, sino que, por el contrario, debemos seguir discutiendo, analizando y difundiendo todas las ventajas de encauzar a nuestro país en una transición energética justa, limpia, renovable, que asegure no sólo la satisfacción de la creciente demanda de electricidad, sino que contribuya a la reducción de emisiones de GEI y por consiguiente a cumplir con el objetivo del Acuerdo de París, y resolver la crisis climática a la que nos enfrentamos.

Hemos sido introducidos a un círculo vicioso, empujados por una ideología fracasada, que erróneamente pretende hacer descansar el concepto de soberanía nacional sobre la pasada gloria de un energético, el petróleo, que no nos conduce a ningún sitio honroso en el futuro. De continuar con esta obstinación, al finalizar el sexenio podríamos estar como aquella estación, en el abandono y con severos daños, de los que solo alguien con una visión tan clara del futuro, como Asimov, nos podría rescatar.

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