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Como parte de la Muestra Nacional de Teatro 2019, la función inaugural fue “La vieja rabiosa”, de Antonio Zúñiga, dirigida por Ray Garduño, de la compañía Inmigrantes Teatro, originaria de Baja California. La puesta en escena tuvo lugar en el Teatro Hidalgo de la ciudad de Colima, sede de la 40 edición de este encuentro escénico organizado por el INBAL.

El argumento nos cuenta la historia de Manu, Ericka, Martha y Paty, cuatro jóvenes centroamericanos que abordan “La bestia”, el insigne tren que día tras día transporta a los inmigrantes que atraviesan México en su periplo hacia EU en busca de una mejor vida o, incluso, huyendo de la violencia endémica de cada región. En su peligroso tránsito, sus personajes dan voz a los miles de niños y jóvenes que, con mayor o menor fortuna, han seguido la misma ruta.

Mediante un dispositivo escénico compuesto por un proyector de acetatos y una pantalla en la que se vislumbran imágenes a la manera del teatro de sombras, acompañados por un músico que aporta voz, guitarra y percusiones (entre otros efectos de sonido), los actores van reconfigurando la utilería compuesta de sillas y una máquina de humo para representar lo que es correr tras “La bestia”. Asimismo, la obra goza de interludios musicales, en los cuales cantan con el acompañamiento de la música en vivo y las animaciones monocromáticas en el fondo.

En tono de farsa, los personajes utilizan los cantos y el humor para ilustrarnos en torno a esa peligrosa aventura de ser un inmigrante latinoamericano. Sin embargo, el relato se queda en lo meramente anecdótico, ya que no percibimos un desarrollo de los protagonistas ni giros dramáticos durante el transcurso de la representación, lo cual provoca que a pesar de sus 60 minutos se vuelva cansina, reiterativa y superflua.

El tema principal, la inmigración sudamericana de niños y jóvenes, apenas y se vincula con la realidad social, asumiendo que al ser un tópico tan manido como lo que ocurre en la frontera sur mexicana, todos conocen las vicisitudes que se presentan a bordo de dicha locomotora, trasunto metafórico que, paradójicamente, resignifica la fe y la desesperanza. En ese sentido, los diálogos llenos de humor sorprenden y, al tiempo, horrorizan. Pero no divierten, mucho menos ilustran en torno a la problemática central.

Otro problema que presenta el montaje es la falta de ritmo. Desde el inicio, una larguísima canción termina por impacientarnos. Más adelante lo mismo ocurrirá con la estructura de la obra, que presenta cuadros escénicos que, justo cuando nos hacen conectarnos con la historia, se rompen con las intervenciones musicales o el recurso cómico de chistes infantiloides y condescendientes.

En todo caso, lo más disfrutable de la obra se presenta a nivel formal, ya que visualmente es muy disfrutable, pues presenta un buen desplazamiento escénico, arropado por efectos auditivos y enmarcado por la proyección, cuyo diseño gráfico es bello e imaginativo -aunque nos reitera lo mismo que ocurre en el escenario, en lugar de complementarlo-. En resumen, un trabajo con buenas intenciones pero francamente olvidable.

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