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Existe un cuento muy antiguo, en el que se narra de un hombre que estaba en África dedicado a cazar tigres, leones y cualquier felino que se le presentara. De Pronto aparece delante de él un gran león, y cuando iba a disparar el rifle, se embala. El hombre no tiene otra alternativa que huir corriendo. En su vertiginosa carrera llega a un precipicio y salta quedando colgado de un arbusto. Arriba estaba el León que lo iba a devorar, y abajo el precipicio donde le esperaba una muerte segura. Pero se da cuenta que el árbol donde estaba colgado era un manzano, así que toma una manzana y la empieza a comer. Se da cuenta que lo esperaba la muerte y solo tenia ese instante para “disfrutar” la vida que le quedaba.

Cuántos de nosotros somos como este cazador, porque estamos corriendo sin saber a dónde vamos. Vivimos una vida de agitada de desesperación. No disfrutamos la vida, sufrimos la vida. Y se nos olvida que lo único que nos espera al final… ¡es la muerte!

Tal vez el día de hoy sería bueno darnos cuenta que aún es tiempo de “morder nuestra manzana”. Esa manzana es la vida que se nos resbala de las manos porque no la vivimos y jamás la disfrutamos. Esa vida todos los días Dios nos la regala, pero nosotros, necios, la dejamos pasar porque no la vemos y jamás la valoramos.

Hoy podríamos morder esa manzana que son “nuestros padres”. Darnos un poco de tiempo para visitarlos, valorarlos y con nuestro amor sacarlos del ostracismo donde se han refugiado. Morderlos con nuestro amor manifestado en obras. Ellos no quieren que les abras tu cartera, desean que les abras tu corazón.

Morder otra manzana, que es “nuestra pareja”. Decirle lo bueno que hay en ella. Manifestarle nuestro amor y echarle un piropo como: “gracias por existir” o bien decirle “gracias por ser mi confidente y mi compañera”. Esa manzana, que los años ha ido arrugando porque le falta nuestro amor, y la ausencia de nuestro cariño la han ido secado y añejando.

Otra manzana a morder, son “nuestros hijos”. Esos pedazos de nuestro corazón, a quienes sin querer les hacemos pedazos su corazón. No les decimos que los queremos y que mucho necesitamos de su apoyo, de su cariño y añoramos los apapachos de antaño. Hoy es un buen día de morder esta manzana que nos dará las vitaminas del amor.

Morder la manzana del “amor a los hermanos”. Tal vez la distancia y los años nos han hecho secos y fríos, pero con un abrazo y un “te quiero” se puede dar vida a esa relación que poco a poco se ha ido apagando.

¿Ya mordiste tu manzana? La pregunta está en el aire. Cada uno de nosotros podemos, si queremos, el día de hoy tomar la manzana y disfrutar esta vida, que como la arena del mar se nos escapa de la manos. No sé tú, pero yo, hoy voy a morder mi manzana.

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