La cuarentena: ¿a qué mundo saldremos?
El poder de la pluma
La cuarentena y la campaña “Quédate en casa” fueron un acontecimiento increíble para miles de trabajadores que puso en evidencia lo obsoleto del sistema educativo y el estancamiento de los eventos culturales y sus formatos rígidos. Este confinamiento revolucionó la manera en que nos vinculamos con la tecnología a nivel cultural, laboral y educativo.
Un hecho viene socavando las raíces de nuestra esfera cotidiana: la aversión a los horarios. Los sistemas de contenido multimedia iniciaron esa tendencia de que miremos series o películas a la hora y en el tiempo que decidamos; maratones de series televisivas que se prolongan hasta la madrugada, películas por partes, en fin, la tendencia a armar horarios de entretenimiento a nuestra elección.
Con esta pandemia se evidenció y creció esta situación, ya que el modo “trabajo en casa” permitió que acomodemos horarios laborales a nuestra comodidad, los alumnos aprenden y hacen sus deberes a su tiempo y los artistas ensayan nuevas formas de llegar a sus públicos (lecturas y presentación de libros en línea, transmisiones de obras de teatro) que eliminan la presión de convocar un público y armar un espacio y su permanencia en línea permite que más gente conozca su trabajo. En educación, al menos para los alumnos, significó librarse del hartazgo de estar confinados en un salón, explorar su tendencia autodidacta, es decir, demostraron que la educación tradicional hace años dejó de funcionar.
La comunidad literaria confrontó los espacios culturales con presentaciones formales, lectura de trabajos a un público con una disposición mínima a oír a dos o tres personas abordar un tema. El modelo de eventos pensados para públicos jóvenes, sin importar el género literario, era obsoleto.
Sumergidos en lo espeso de las horas acumuladas en la cuarentena, iniciamos un proceso que comenzó a erosionar el orden actual: dejamos atrás el papel de espectador para transformarnos en generadores de contenido. En un principio la literatura encontró una forma diferente de llevar su mensaje al mundo, no necesariamente confinar las actividades en un espacio físico, sino crear, proponer y elaborar eventos en redes sociales y páginas culturales, cuya obra creativa permanezca ahí para ser vista o consultada en el momento que desee el espectador. Lo mismo ocurrió en el campo laboral: las empresas miden que trabajar en casa disminuye costos de energía eléctrica, agua, entre otros, y hay mayor disponibilidad de tiempo de sus empleados. Para los trabajadores igual un ahorro en gasolina, alimentos y más comodidad.
Los artistas han comenzado a plantear sus preocupaciones al mirar cómo la tecnología hace que sus creaciones y mensajes lleguen de forma más eficiente a sus lectores. La gran pregunta en todo este caos será: al emerger de las profundidades de nuestra cordura, ¿a qué nuevo mundo saldremos desde las viejas formas de trabajar? Si salimos cuerdos, ¿de verdad el mundo se tomó una pausa en su historia o esta fue una revolución que cambiará radicalmente la forma de entendernos, relacionarnos o funcionar dentro de la sociedad? En fin, si ocurren estos cambios, ¿estaremos listos?