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Con las nuevas formas de comunicar la información a través de medios virtuales, como páginas en internet o redes sociales, se diversificó el modo en que el periodismo aborda las noticias, se crearon sitios con enfoques como periodismo comunitario, periodismo ciudadano o periodismo del narcotráfico, que están alejados de la forma en que la industria funciona (recordemos que cualquier medio tiene intereses y empresarios detrás suyo, que los hacen establecer acuerdos de no agresión para obtener ingresos económicos), que les otorgan una visión diferente a los medios convencionales.

El periodismo del narcotráfico, por ejemplo, se inició cuando los ataques a los medios de comunicación del norte recibieron amenazas, secuestros o asesinaban a sus reporteros de nota roja, obligándolos a desaparecer esas secciones o, en casos extremos, cerrar sus periódicos para evitar la escalada de la violencia. Entonces, la ciudadanía comenzó a organizarse a través de las redes sociales para reportar los narcobloqueos, ejecuciones, balaceras o enfrentamientos entre sicarios y fuerzas armadas, logrando un mayor alcance que los medios locales; esto permitió que nazcan páginas como el Blog del Narco o Valor por Tamaulipas o cuentas en Twitter dedicadas a reportar esos casos, con colaboradores anónimos que ganaron gran fama (como Felina con su cuenta @Miut3 que fue descubierta y ejecutada por el narco).

En el seguimiento del camino de la violencia en México es posible percibir la gran participación ciudadana en la labor informativa, aunque eso no demerita los otros tipos como el periodismo comunitario, que tiene gran auge entre los poblados que son asolados por los empresarios que tratan de apoderarse de sus tierras, la ausencia de justicia en delitos cometidos por políticos o la marginación en que viven. A través de páginas en redes sociales logran movilizar a los habitantes para frenar un atropello o informar sobre decisiones que laceran la economía familiar.

Sin embargo, este trabajo de garantizar la información a través de iniciativas ciudadanas o privadas, también arroja sombra. Dejando atrás la medición o el consumo de los periódicos impresos como generadores de opinión, las autoridades municipales, estatales y federales redujeron la atención a éstos para crear departamentos o grupos dedicados a revisar y explorar las redes sociales como indicadores de aceptación de una obra, iniciativa o postura, logrando, incluso, dar marcha atrás a programas o acciones por el grado de rechazo en las redes sociales.

Esto abrió la oportunidad de que periodistas, o que al menos dicen serlo, sin ética ni escrúpulos, utilicen sus páginas para presionar a las autoridades para obtener desde beneficios a través de convocatorias, convertirse en proveedores a través de esas mismas páginas o pidiendo directamente a las autoridades dinero a cambio de venderse como gestores de eventos.

En la próxima entrega revisaremos cómo ocurre o los medios que utilizan para ese fin, para así evitar ser víctimas de estas prácticas.

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