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Recientemente conocí la editorial Nitro/Press dedicada a publicar a varios autores que se ocupan de temas urbanos, entre los cuales destaca Carlos Sánchez con su libro La Ciudad del Soul, quien con una brevedad narrativa transmite un contenido lleno profundidad y espesura. Muchas veces, en tan sólo dos páginas, logra crear retratos certeros y demoledores sobre los sentimientos y rencores de los barrios golpeados por la pobreza y la violencia.

Con el oficio de reportero a sus espaldas, Carlos Sánchez construye los relatos de los barrios, las cárceles y las plazas que están enclavadas en las ciudades donde la violencia azota con mayor fuerza, en donde el hecho de sobrevivir a las horas del día (aquí no cuentas los años), conseguir un cigarro, una comida o evadir a los asesinos ocultos en cualquier esquina, en los baldíos o detrás del rostro de un amigo, constituye en sí la mayor victoria.

El ambiente que rodea los relatos parece una característica personal del autor, sin embargo, quienes crecimos en esos barrios perdidos y olvidados dentro de la ciudad reconocemos y nos identificamos con muchas de estas vivencias. Como quienes vivimos en la exzona de tolerancia, espacio urbano negado y confinado a un puñado de relatos míticos sobre las grandes luces y los burdeles, las teorías sobre el cierre (romantizadas en la memoria urbana), pero nadie habló sobre lo que vino después: familias que crecieron en medio de la violencia y el olvido de las instituciones.

En estos 35 relatos caminamos con los habitantes de los barrios, personas sólo reconocidas por los apodos, sus historias sobre balaceras, las violaciones y los asesinatos. El autor sabe que la historia de la ciudad se escribe en la nota roja, en los partes policiales, en las cárceles, ahí donde las luchas cotidianas adquieren su verdadera dimensión de épica y tragedia. Por eso, muchos personajes son sólo motes, epítetos incompletos de personas rotas por el hambre y la adicción, por la ausencia de moral ante el deseo.

“La ciudad es esto: un trajín cotidiano, el grito en la parada, el camión que pasa de largo, olores de colegiales, el esfuerzo de la doña, el compromiso del albañil”, un mundo cíclico de pobreza, olvido social y gubernamental. La ciudad es eso, así como la desesperación de las familias por encontrar a sus hijos, secuestrados primero por el Estado el 2 de octubre, en la guerra sucia de los 70’s, y ahora por el narcotráfico. Familias visitadas por el fantasma de la esperanza.

Este libro contiene la cólera, la rabia, varios gramos de resignación, esperanza bajo la alfombra del olvido y el desdén gubernamental. Un dato interesante es el diseño del libro, una cubierta llena de sombras que encabezan cada relato, como viejos recuerdos de los migrantes al atravesar la frontera, sólo que aquí son los fantasmas de quienes ya partieron al otro mundo.

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