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Con las recientes reacciones de descontento en las redes sociales y medios de comunicación nacionales sobre el desistimiento de enjuiciar al general Salvador Cienfuegos Zepeda por parte del gobierno federal, podemos suponer que uno de los principales actores que mantienen un control férreo sobre nuestro país es precisamente esa institución armada, la cual ha sido una de las más afectadas en la guerra que se emprendió contra el narcotráfico.

Durante el sexenio que encabezó Felipe Calderon Hinojosa, los sectores empresariales y políticos manifestaron su desacuerdo con involucrar al ejército en un tema de seguridad interna, la cual correspondía a las fuerzas policiales así como suponía una violación a la autonomía estatal y municipal, ya que se realizaron varios operativos de inteligencia política para desentrañar quiénes estaban enredados con los narcotraficantes locales y cárteles de las drogas.

Con Enrique Peña Nieto el asunto no varió mucho, aunque ante las bajas militares con un promedio de 10 elementos abatidos al mes, el descontento dentro de la institución armada por la negativa a desplegar estrategias más radicales en las ciudades controladas por el narcotráfico ocasionó que entre los cuarteles militares de todo el país apareciera la frase “golpe de estado” o “cuartelazo”, incluso varios periódicos publicaron cartas de militares en donde se exponía la realidad de la guerra contra las drogas y la importancia de ceder el control de todos los operativos a los mandos militares, dejando de lado a los gobiernos civiles, razón por la cual Peña Nieto dejó de presionar por esclarecer los fusilados de Tlataya y los “errores” en los puestos y retenes militares, en donde había cada vez más bajas civiles y muy pocos delincuentes abatidos.

Esta situación nos recuerda la narrativa de la Revolución Mexicana en donde el ejército ocupaba un papel predominante en las historias que se contaban, primero como fuerzas antagónicas de los revolucionarios como Francisco Villa, Francisco I. Madero y Emiliano Zapata y, luego, como aliados en el combate contra el usurpador Victoriano Huerta. En varios relatos y cuentos posteriores los militares aparecían sin ocupar un papel predominante pero sí conservaba la institución un respeto por parte de muchos autores.

Sin embargo, después de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco así como la persecución y asesinato de los guerrilleros, su infiltración en grupos políticos adversos al PRI o el halconazo en 1971, tanto en la literatura como en la televisión prácticamente desaparecieron como actores sociales de respeto, eran borrados de los escritos o, en contados casos que aparecían, representaban el lado negativo de la sociedad. No fue sino hasta el video de Luis Miguel, La Incondicional, proyectado en los años 80’s, que regresan al escenario artístico más no al literario, ya sin un signo negativo. Sin embargo, con el papel que desempeñaron en la guerra contra el Ejercito Zapatista en 1994, el proceso de desgaste y desprestigio continuó hasta nuestros días, al menos en la literatura.

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