Señorita Vodka y la nostalgia

Rodrigo Ordóñez Sosa: Señorita Vodka y la nostalgia

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La frase que encabeza esta colaboración es el preámbulo con que la novela Señorita Vodka de Susana Iglesias nos arroja al abismo de relaciones fallidas y despojos del pasado con los cuales la protagonista trata desesperadamente de otorgarle un sentido a su presente, en donde el cinismo con que enfrenta la realidad muestra sus roturas, por donde escapan viejas heridas que continúan sangrando.

Con una trama desprovista de un orden cronológico estricto, sino que obedece al vaivén de los recuerdos que van rasgando el presente, Señorita Vodka recapitula su itinerario de bares, prostíbulos y hombres en las ciudades de Los Ángeles y México, en donde conoció a las cinco personas que acuchillan su vida: Judas destinatario mudo de misivas aderezadas de añoranza, reproches y odio; Mike, su amor californiano; Dave, proxeneta de arrebatos violentos; W, relegado a una letra, similar a la técnica utilizada por Luis Zapata y al igual que él, será un mecanismo de autocensura que esconde un amor incondicional; y, por último, García, un policía que le abre la puerta para hallar, a su juicio, su única salida.

Escritora por devoción y prostituta por elección, nuestra protagonista estará marcada por tres hábitos muy claros: el vodka, la ruleta rusa y los recuerdos. El detonante de la memoria será el hurto de su computadora, en donde estaban albergadas las fotos, cartas y escritos jamás respaldados, lo cual la orillará a desandar su pasado para encontrar en qué punto murió por dentro.

El escenario de la novela es la nueva condición de seres solitarios, sin empatía hacia el otro, un estado vital tan propio del siglo XXI. Así, los personajes forjados en el cultivo de su soledad y en lo individualista de su dolor espiritual, condicionarán qué tan profundas serán sus relaciones personales. Por tanto, serán soledades que admitirán unas escasas horas de contacto físico, sin sentimentalismo ni muestras de afecto; aquí los personajes están quebrados por una ruptura amorosa, por un ideal de persona que los transformó en solitarios, incapaces de renunciar a la melancolía, la culpa o plantearse futuros probables con las decisiones no tomadas. Al final, todos llegaron tarde a sus vidas, cuando la esperanza de un final feliz al lado de la persona amada ya es imposible, quedando únicamente efímeras fugas de la tortura cotidiana.

Como forasteros apiñados en las esquinas del tiempo, el entorno sólo despertará el asco y la tristeza, que obligarán a resumir el amor como un pequeño gesto, una acción o palabra que sólo los amantes conocen. Aquí los nombres desaparecen para evadir la historia detrás de ellos, ya que algunas palabras ocultan navajas capaces de destrozar nuestra armadura, frases que liberan los recuerdos prohibidos, entonces, simplemente quedan letras o pseudónimos desprovistos de cualquier encanto, letras que serán un conjuro contra la impotencia y la nostalgia.

La condición de desarraigo emocional ocasionará que esa muerte espiritual se convierta en obsesión. Será un proceso de autodestrucción que socavará las relaciones amorosas, construyendo barricadas alrededor de los sentimientos, entregándose a encuentros sexuales que terminan en un sentimiento de asco y repulsión. Por tanto, el deseo de morir cobrará un nuevo sentido. Entonces, sólo silencio y vodka para sonreír frente al acantilado. Salud!

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