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La vida diaria, las tareas cotidianas, el trabajo en el mundo, olvidándonos del ser y de dedicados al quehacer. No cabe duda que nos envuelven nuestras responsabilidades quedando enredados en actividades mecánicas.

Todo ello lleva al ser a depositarse en un estado mecánico, al simple desempeño de puntos a cumplir que nos transforman en entes de la vida.

Sin embargo, existen aquellas cosas que nos permiten enriquecer el saber, el intelecto, el conocimiento, que hacen que el espíritu encuentre bocanadas de suspiro para el inerte cuerpo físico, que solo recibe indicaciones del intelecto.

El conocimiento nos abre ventanas, nos hace visualizar aquellas pequeñas cosas que dejamos de percibir, de saber sobre su existencia y por supuesto nos da vista de una vida nueva.

Un espacio de oportunidad para la mente y el espíritu, en que alcanzamos a ver aquellas metas o sueños que creíamos imposibles.

Sin embargo, los embates de aquellos seres encarcelados en su mecánica existencia embisten a los que se encuentran en nuevo proceso de convencimiento sobre las posibilidades que aún tienen de lograr lo que al parecer había quedado atrás.

Sus herramientas los hacen sumergirse en una batalla colosal para no regresar al estado mecánico, casi vegetativo, del que pretenden salir.

Los más, aquel volumen mecánico de seres, convencidos están de que todo ha quedado atrás, y que parece que los sueños no regresarán.

Aquellos que logran romper el paradigma, los menos, se afianzan de algo que solo la voluntad logra concebir, un instrumento que solo en el espíritu se puede encontrar.

El instrumento surge del ánimo, sale de las emociones, surge como un gigante salvador que motiva a tomar un nuevo impulso para no dejar atrás todo aquello que nos hace verdaderamente humanos.

Esa es la esperanza, aquella que definida por la Real Academia Española habla del estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.

Esa que hoy escasea ante los mínimos resultados que el ser humano recibe, ya que son afectados por factores internos y externos que se convierten en el principal adversario del estado de ánimo humano.

¿Será la esperanza aquello que nos pueda ayudar a alcanzar nuestras metas o sueños? ¿O dejamos de soñar al perder la esperanza?

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