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Definido por la Real Academia Española, el ente es aquello que existe o puede existir; para el caso, estaremos enfocando el título de este trabajo para referirnos a aquellos que decidieron sólo existir, sin mayor consecuencia social, seres humanos sólo con presencia física; vistos, claro, desde el punto de vista de su actividad social y la convivencia con sus pares. Para algunos parece que las cosas se detuvieron, se quedaron estacionadas sin encontrar un camino más por donde ir; la actividad social modificó sus alcances y su manera de brotar. Traíamos una forma ya muy mecanizada de convivencia, diríamos que nos encontrábamos en una zona de alta relajación; es decir, podíamos convivir e interactuar casi en automático.

La vida se desarrollaba sin grandes sobresaltos, existía una agenda muy estricta que se ocupaba de marcar la pauta y el paso de nuestras actividades sin grandes sorpresas, avanzando de acuerdo con la agenda y rumbo definidos, aquel que sólo entendíamos con las reglas del pasado, mismo que no tenía variación a no ser que se tomara una decisión para cambiarlo y provocar un sobresalto.

Pero hoy las cosas han tomado otro camino y los efectos que están surgiendo derivados de la cuarentena han tomado una dimensión pocas veces imaginable en el pasado.

La ansiedad se ha apoderado de una buena porción de personas y está logrando hacer mella en las conductas comunes y en el comportamiento individual.

Tal parece que nos convertimos en una parte de lo que la definición de este título señala, en ser aquello que sólo existe; para ser más precisos, aquello que sólo existe físicamente y habita las zonas urbanas, seres caminantes que no logran acomodar una agenda a la nueva forma para obtener su estabilidad.

Estabilidad que de distintas maneras se había apoderado de nuestras decisiones, nuestros actos y, ¿por qué no?, también de nuestras omisiones. Transitábamos por un camino previamente diseñado, a través del cual se tenía certeza de la consecuencia inmediata, previsto estaba lo que vendría después, tan sólo nos depositábamos en ese camino para continuar.

Llegó el cambio de paradigma, la vida virtual, aquella que sólo podía entenderse como parte de la trama de una película futurista, de aquellas en las que se plasman situaciones con una gran probabilidad de convertirse en realidad y que sólo podían ser entendidas como un sueño.

Ello rompió el molde existente, aquel del que éramos depositarios en el pasado inmediato; seis meses transcurrieron para que instrumento y método con el que estábamos conformes cambiara y dejara de ser aquella realidad.

Para la reflexión: parece que llegó el tiempo de adaptarnos y entender la nueva forma de vivir, superar el gran reto de la nueva normalidad, ¿o nos quedamos inmóviles e impávidos esperando que regrese el pasado al que acostumbrados estábamos?

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