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Como en todo de lo que producen los japoneses, la calidad es el sello de su diferencia ante otras publicaciones. La estética es parte de esa calidad, de eso no queda duda posible. En mis manos tengo la evidencia de lo que afirmo, es mi segundo libro traducido al idioma nipón. Ahora se trata de Solo por ser mujer. Me ha llenado de gusto la presentación del libro, todo es de primera línea y en gran lujo.

Esta traducción es de Shigeto Yoshida, lingüista y académico que domina el maya yucateco como si fuera su lengua materna; el profesor Yoshida da clases en la Universidad de Kioto y en su país tiene un ganado prestigio de ser un experto en la cultura maya peninsular. La publicación corrió a cargo de la Editorial Kokushokankokai Inc., una importante empresa que distribuye libros en todo el mundo.

Gracias a la buena suerte que me da la vida, tengo más de una docena de títulos publicados, entre novelas, cuentos y poesía traducidos a idiomas del mundo occidental; con un poco de esfuerzo puedo reconocerme en ellos, pero los libros escritos en japonés son un verdadero misterio lingüístico difícil de descifrar, esa extrañeza frente a estas obras traducidas me llevó a preguntarme si estas traducciones eran mis hijos, y alguien me dijo que no lo son, que son mis nietos.

Solo por ser mujer es una obra que me dio a ganar el premio Nezahualcóyotl, en ese entonces tenía la opción de escoger una de tres novelas que no se habían publicado. Escogí ésta porque su personaje principal era femenino. Este trabajo ha recibido muchas críticas positivas de quienes se dedican a ejercer este oficio y me ha dado la oportunidad de dar conferencias sobre los derechos de las mujeres indígenas en México; las universidades del sur y centro de los Estados Unidos y algunos países europeos.

Una pregunta recurrente en muchos públicos es por qué el personaje principal se llama Honorina y la parte malvada de la novela se llama Inocencio; yo siempre digo que Honorina no tiene nada que ver con el honor e Inocencio con la pureza. Todo escritor que se precie de serlo, respecto de los nombres de sus protagonistas, los escoge al azar, son los críticos quienes les dan otro significado, que muchas veces no tienen nada que ver con su realidad. Como diría el Gabo: ¡Esas son vainas de las vainas!

Todavía hace unos meses, cuando se podía viajar libremente por el continente, una lectora panameña me preguntaba: “¿Cómo esta Honorina?”. Le contesté: “Durmiendo debajo del árbol del recuerdo”.

Les deseo suerte a la editorial y al traductor de mi nuevo nieto literario, y ojalá que su trabajo sea reconocido por la prestigiosa Academia de Traductores de Japón, y se lleven el premio económico y el reconocimiento que obtuvieron con Un sol sin mancha, una traducción antologada de mi obra.

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