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Las redes sociales no son un lugar de encuentro social confiable, aunque sí son populacheras; ni siquiera son núcleos de opiniones evidentes, por lo común son un refugio de catervas de acuciados por rencores y frustraciones que denuestan sin ton ni son a quien se ponga enfrente. Esos son los más, los menos son personas que se manejan con el rigor de la mesura y las buenas relaciones. La comercialización en el Facebook y Twitter es otro punto aparte, profesionales y no, arremeten contra lo que se les atraviese y peor si no hay coincidencia con la opinión del internauta, con tal de pagar al patrón en turno. Todo sea por la libertad de expresión, sacrosanto derecho al que recurren para justificar sus actos discordantes.

Con motivo del estado crítico que atraviesa el orbe, hemos sido testigos de cómo las redes sociales sin control legal exacerban el límite de lo permitido; llamando a movilizaciones, la generación de caos y pánico social aunado a la violencia verbal, a la desinformación, los mensajes falsos y la propagación de rumores que llevan el objetivo de desinformar, de crear resentimientos, además de potencializar odios y rencores. Son un caldo de cultivo de incubación de virus más peligrosos que los que se pretenden detener. Todo bajo el escudo del anonimato.

La desinformación en las redes sociales es de tal tamaño que la Organización Mundial de la Salud ha acuñado el término de infodemia a la práctica de difundir noticias falsas o tendenciosas sobre la pandemia que azota al planeta. No hay duda de que la gravedad de la situación sanitaria ha generado un exceso de información, y la habilidad de discriminar no siempre está a la mano del público en general. La falsa información puede alcanzar límites inimaginables pero ciertos, un ejemplo sería citar a palestra al gobernador poblano que afirma sin rubor, porque en la situación no cabe la sorna, que el coronavirus se cura con “un mole de pavo” y en un término de franca discriminación informar que el virus de la pandemia solo ataca a los ricos.

Hay reacciones directas a la infodemia, sobre todo cuando existe un cansancio que provoca inmunodeficiencia al miedo, tanto por cuestiones de salud como por la crisis económica que se avecina. Detrás de todas estas noticias carentes de veracidad existe un aparato ideológico que induce al miedo. El miedo cierra todos los espacios de discernimiento y de control de decisiones correctas, el miedo es un mal consejero, lo mejor es tener el control de nuestros actos y actuar con la mesura que exige la situación dentro de una justa realidad. En este momento hay que seguir las noticias en canales confiables, desafortunadamente ni el Facebook ni otras redes populares tienen la veracidad sobre la situación de emergencia sanitaria que enfrentamos.

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