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Algunas amistades me inquieren sobre las razones de mi apoyo al proyecto del Tren Maya, algunos se han atrevido a decirme que “como mujer indígena debería estar en contra de su construcción”. Entiendo su preocupación, pero tengo mis argumentos. En los últimos días en redes sociales y medios nacionales y locales he leído artículos de organizaciones civiles alertando sobre los daños ambientales, sociales y culturales concatenados a la construcción del ferrocarril en ciernes.

En realidad creo que existen otros intereses en la oposición a esta infraestructura de conectividad indispensable para el desarrollo de las zonas indígenas y productivas de las entidades involucradas, coincido con los opositores en la necesidad de los estudios de impactos ambientales, sociales y culturales. Son necesarios, pero en cuanto a la construcción y operación de ferrocarriles, en el sureste del país se tienen huellas de escasas secuelas en la salud biótica.

La vocación ferroviaria de Yucatán permitió la construcción de una red de ramales estatales que se tendieron a partir 1875 y culminaron en 1913 en la estación ferroviaria de Tizimín. En la actualidad toda esa infraestructura son ruinas contemporáneas. La operación de los ferrocarriles fue necesaria para la movilidad de los productos e insumos de la industria henequenera, aunque de alguna manera incidió en la sobreexplotación de los mayas esclavizados por la servidumbre en la haciendas de la Casta Divina.

El sofocar los últimos reductos del levantamiento armado de la Guerra de Castas y la explotación de las riquezas del territorio quintanarroense fue una de las razones de la construcción del sistema ferroviario, conocido como el Ferrocarril del Ejército, que corría de Chan Santa Cruz a la bahía del Espíritu Santo. En Campeche el ferrocarril escribía historia, en 1895, Mérida y Campeche quedaban conectados.

Es evidente que los ferrocarriles peninsulares no modificaron las tradiciones de los mayas peninsulares, la flora y fauna no sufrió agresiones en sus ciclos de supervivencia. La modernidad y las tradiciones enriquecieron la cultura en ambos sentidos. Asimismo se demostró, en relación con este medio de comunicación, que el perjuicio o beneficio corresponde a visiones políticas y económicas; en la época de Salvador Alvarado fue medio para trasladar a los miles de agentes de cambio que buscaban el desarrollo de la población rural y de los libertos de las servidumbres hacendarias.

Los más de 500 kilómetros de vía férrea de Mérida a Coatzacoalcos caminan sobre terrenos pantanosos, sortean montañas y puentes majestuosos, libran los cauces de los ríos Usumacinta y Grijalva y sus centenares de afluentes, su construcción no causó daño ecológico, en el trayecto han florecido poblaciones e industrias.

Los raramuris afirman que el Caminante espera el paso del ferrocarril del ChePe para llegar puntual a las citas; nosotros afirmamos que la Xtabay ha viajado en tren. Desde su ceiba espera oír nuevamente el silbato de la locomotora.

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