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El cinco por ciento de la población mundial es indígena; la disparidad en el porcentaje le restaría importancia demográfica, sin embargo, cifras de especialistas en poblaciones originarias indican que el 80 por ciento de la diversidad del planeta se encuentra en territorios aborígenes y está protegido y conservado por ellos. Dentro de todos los argumentos posibles, el mencionado sería uno que motivara el amparo de este grupo poblacional, que actualmente atraviesa por serios problemas causados por factores sociales, políticos o climáticos.

En la nación mexicana las cifras del Inegi indican que la población indígena es un 15.1 por ciento, su equivalencia numérica 16.933,283 personas, con esa cantidad se podía formar un país más grande que El Salvador, Honduras u otros países centroamericanos. Su importancia numérica no modifica la situación de los indígenas mexicanos y no dista en nada del contexto internacional. Los gobiernos nacionales han realizado escasos esfuerzos para preservar la cultura étnica; a pesar de los intentos de políticas públicas dirigidas a los indígenas y el reconocimiento de su existencia en la Constitución vigente, la condición de vulnerabilidad sigue persistiendo.

Una de las alertas culturales que se ciernen sobre los grupos originarios nacionales es la disminución de los hablantes en cualquiera de las 68 lenguas y sus variaciones dialectales; en letras crasas: las lenguas originarias se están perdiendo, pero eso parece importarle poco a los gobiernos que cuentan con población autóctona. Uno de los factores de incidencia en este fenómeno es la alta tasa de migración de los jóvenes hacia las ciudades, en donde buscan mejores oportunidades laborales. El desplazamiento interno en Yucatán, como otros estados, es visible, pueblos enteros se han convertido en sitios fantasmas, donde sólo se quedan los ancianos y algunas mujeres, fuera de su contexto la población indígena migrante se occidentaliza.

En el estado de Yucatán contados gobiernos han realizado acciones tendientes a preservar y fomentar la cultura maya, los que carecen de interés, dejan que la corriente se encargue de acomodarlos o desaparecerlos. Al menos en la estructura gubernamental existe un organismo que los mayas saben que existe, pero ignoran su beneficio. El Indemaya, en el que tuve el privilegio de laborar, es hoy un foco apagado. La institución es un mudo testigo de lo que está sucediendo en las comunidades étnicas, y su inanición no tiene relación con la pandemia imperante, su enfermedad ya venía gestándose.

En múltiples ocasiones he publicado que el analfabetismo de los maya hablantes en su lengua es un acto de discriminación de las autoridades educativas encargadas de la alfabetización. Se cuenta con la normalización del alfabeto maya, herramienta primordial para la alfabetización, entonces me pregunto: ¿por qué no se realiza una verdadera campaña de alfabetización? Todo parece decir que el único indicador que interesa es el analfabetismo del español, total que los mayas yucatecos pueden esperar.

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