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Nuestra impronta forma de interpretar la realidad desde una ideología política, cultural o ecológica provoca diferendos muchas veces difícil de consensar. Señalo esta reflexión dentro del contexto del proyecto del tren maya diseñado como instrumento de la estrategia de desarrollo integral de esta región sureste; no creo necesario desestimar la preocupación de quienes vaticinan daños ecológicos, efectos en una migración interna o contaminación. Son opiniones desde un punto de vista del ecologismo intransigente, pero es necesario reconocer los desaciertos gubernamentales como la ausencia de una consulta indígena bajo parámetros internacionales y el retardo en la entrega de las manifestaciones del impacto ambiental han suministrado leña para la hoguera.

Dentro de las tirrias siempre es bueno escuchar la opinión de expertos, en este caso me refiero al programa ONU Hábitat. Este organismo internacional especializado en los asentamientos humanos se encuentra en más de 90 países, trabajando con gobiernos, fundaciones y organizaciones civiles para lograr disminuir la desigualdad, la discriminación y la pobreza, jinetes apocalípticos arraigados en el sureste patrio.

Sobre esta obra ferroviaria, según esta institución de la ONU en sus proyecciones augura un buen pronóstico para la población indígena, cohortes de esta pugna. La estimación plasmada en el documento de evaluación señala que en el 2030 el tren habrá creado 715,000 empleos en los 16 municipios que cuenten con una estación, de esa cantidad, en los primeros años 150,000 empleos serán para la población rural localizada en la red ferroviaria. Es de sobra conocido el problema de empleo en las zonas rurales, las personas adultas se dedican a la agricultura practicada sin soportes científicos ni coadyuvancia de tecnologías, los jóvenes con estudios de bachillerato o sin ellos migran hacia la Riviera Maya en busca de un empleo, lo que provoca desarraigo con su hábitat y su cultura. El contar con un empleo dentro de la amplia gama de especialidades que requiere la movilidad y el mantenimiento de la línea férrea redundara en lograr mejoras económicas.

Detrás de un tren existen cientos de empleos directos que realizan actividades que van de las simples a las de alta complejidad: guardavías, engrasadores, obreros, intendencia, despachadores, oficinistas, son algunas de las categorías menores que con efectiva capacitación los hace aptos para la actuación laboral. ONU Hábitat señala que, de 100 empleos directos en la empresa ferroviaria, 40 serán para la población indígena.

Para cumplir este objetivo en Palenque, Chiapas, se encuentra la Unidad Interdisciplinaria de ingeniería, como Campus del Instituto Politécnico Nacional, en donde la prioridad de admisión la tienen los provenientes de los pueblos autóctonos. Las especialidades en ingeniería Ferroviaria, Civil y Biotecnología, además de la licenciatura en Turismo Sustentable encontrarán empleo directo en este proyecto estratégico. Desde este punto de vista el panorama resulta de luces.

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