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Desde algunas semanas el paisaje del sur profundo reproduce el cruel rostro de la pobreza. Familias enteras arribaron en camionetas, triciclos y hasta carretas y a ritmo de machete talaron terrenos del IVEY y Ayuntamiento, tampoco respetaron el derecho de vía de la CFE; sin liderazgo visible armaron endebles casuchas con el único propósito de señalar “esto es mío”. El sur profundo más allá del periférico crece, los paracaidistas al grito “al cielo por asalto” se han posesionado de terrenos que tienen como eje central la proletaria colonia Guadalupana Basurita y la Mielera.

“No importa estar sin agua, sin electricidad y sin sanitario, peor es pagar renta, esto no es el infierno” dice una mujer que carga en las caderas a una niña, mientras la otra me observa. El tono de su voz indica que es chiapaneca.

Existe una razón para la invasión de predios, son tiempos de elecciones y en estas épocas electorales todo se relaja hasta el punto de inanición. Nadie quiero cargar con costos políticos; a pesar de los riesgoso que resulta construir debajo de los cables alta trasmisión de electricidad, nadie, ninguna autoridad aparece, se trasmutaron en invisibles, como el sur del olvido.

La reserva de Kuxtal poco a poco es invadida por asentamiento humanos legales o ilegales, “la necesidad nos obliga y la esperanza que el gobierno nos dé la mano”, afirma un invasor portador de filoso machete con el que tala los arbustos del terreno destinado para el parque del fraccionamiento Dzununcán. Dos patrullas y cuatro policías son testigos mudos mientras los reporteros de medios digitales se conectan en vivo al facebook.

La invasión de predios en el sur de la ciudad es consuetudinaria, casuchas construidas con tablas de tarima, láminas de cartón, lonas con propagandas políticas y hasta cobertores, crean un ambiente fantasmagórico que recuerda a Pedro Páramo.

Doña Camila me dice “es lo mismo de siempre, así nació la Guadalupana, esto era un basurero y cuando lo abandonaron nos posesionamos y nos plantamos sobre la basura fueron años de espera para la regularización de nuestro patrimonio”.

Los paracaidistas provienen, en su mayoría, de municipios aledaños a la blanca urbe; los organizadores de la “expropiación popular” no aparecen o se mimetizan entre los proletarios. A los habitantes de las colonias populares le causa resquemor los nuevos vecinos, también ellos son seres estigmatizados por vivir en zonas estigmatizadas.

¿A quién le importa lo que sucede en el sur de la ciudad? Las autoridades solo aparecen en las épocas de campañas políticas, de antemano conocen el hacinamiento. La falta de baños y agua potable deberían prender focos de alerta, pero aquí en el sur profundo a manera de José Alfredo “la vida no vale nada”

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