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Hace notar el Dr. Iván Vallado, antropólogo e historiador, que en el debate sobre la ubicación del NAIM nadie parece darse cuenta del daño que esto puede causar a quienes trabajan hoy en el viejo Aeropuerto Benito Juárez.

No es un asunto menor. Si el nuevo aeropuerto es incompatible con mantener en funcionamiento el actual, más allá del elevadísimo costo de incluir la totalidad de la capacidad de éste en el nuevo -que es una parte importante de los exorbitantes costos del de Texcoco- hay un daño grave, directo y personal para gran cantidad de individuos.

Los primeros lesionados serían, sin duda, lo trabajadores de los diversos comercios que hoy operan en las dos terminales del viejo aeropuerto. La apertura de uno nuevo no significa que estos negocios vayan a trasladarse a él.

No está claro quién lo operará, mucho menos cómo, pero desde luego establecer comercios en él estará sujeto a nuevas reglas y nada puede garantizar a los locatarios actuales que podrán hacerlo.

La competencia que tendría lugar dejaría sin duda a muchos de ellos fuera de operaciones, independientemente de aquéllos para los que la nueva ubicación signifique, por sí misma, un obstáculo infranqueable.

El cierre previsiblemente muy extendido de los viejos establecimientos arrojaría al desempleo a una importante cantidad de asalariados, los más afectados, y dejaría en definitiva fuera del mercado a pequeñas empresas. Solo las medianas y grandes podrían tener capacidad de sobrevivir, y no en todos los casos.

Pero la afectación no se limitaría a estas personas. El aeropuerto en funciones nutre económicamente a una serie amplia de empresas circundantes, encargadas de proveer bienes y servicios.

Hoteles, restaurantes, arrendadoras de autos, transporte terrestre y hasta puestos de barbacoa, por mencionar nada más los obvios, dependen para su existencia del Benito Juárez. Tampoco será viable su traslado a la nueva zona aeroportuaria, con los cierres, quiebras y desempleo consecuentes.

A las alegres cuentas del positivo efecto del NAIM en economía y empleo hay que restarle esos pasivos.

Los problemas señalados serían el resultado de establecer el aeropuerto en Texcoco, sin embargo su cancelación no elimina por sí misma esos riesgos. La consulta de la semana pasada se inclinó por no construir en Texcoco, pero también lo hizo por sí hacerlo en Santa Lucía.

Esta ubicación, sin embargo, carece de los estudios técnicos pertinentes, entre ellos el que defina bajo que condiciones la nueva terminal aérea permitiría que el viejo aeropuerto siguiera en funciones.

Independientemente de cualquier otro problema que la nueva ubicación aprobada pudiera presentar, me parece fundamental que su uso se condicione a que sea compatible con el funcionamiento del aeropuerto actual.

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