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La renuncia de Germán Martínez a la dirección del IMSS no es simplemente la salida de un político de un cargo. De manera extraordinaria, el renunciante expuso las razones de fondo de su decisión. En síntesis, el IMSS está siendo estrangulado económicamente, afectando tanto la disponibilidad de medicamentos como la existencia de personal suficiente en distintas áreas, pasando por el abandono de proyectos de crecimiento de su infraestructura y ampliación de sus servicios. Bajo la lógica del ahorro a toda costa, el instituto es simplemente incapaz de cumplir sus funciones sociales.

Lo importante, sin embargo, es entender que la asfixia financiera del IMSS no se trata de un hecho aislado, que se circunscriba a esa institución, o que se deba a un conflicto puntual entre el director y la Secretaría de Hacienda, o a algo comparable. Se trata de una política general implementada por López Obrador en función de sus prioridades de gobierno. Y éstas son, en consistencia con su visión setentera de la política, en primerísimo lugar, la consolidación de una clientela electoral que le dé el voto incondicionalmente, al margen de lo que ocurra en el país y de los resultados del ejercicio de gobierno, y en segundo lugar, la gran obra pública, que genere la idea de desarrollo, en la concepción decimonónica del término, y que por tanto refuerce la conservación del poder por el tabasqueño, de forma estrictamente personal o, en la de malas, por su equipo político.

López Obrador es un político pragmático, que vende cuentos pero no los compra. Su expectativa no es generar un consenso ideológico en el que sus acciones transformadoras le ganen un amplísimo respaldo social. No cree que tal cosa sea posible, pero, si lo fuera, no le merecería sino desprecio. Su apuesta no es a ganar respaldo electoral en función de complejas ideas y valoraciones sobre sus acciones de gobierno, sino a ganar votos con una de las pocas cosas que en su concepción son eficaces; repartir dinero en efectivo, en su nombre, para generar una lealtad y un débito político personal, que le valga ese apoyo electoral. No se trata de convencer a los electores de otra cosa sino de que, con él en el gobierno, recibirán dinero en efectivo. Y el país que arda, que así ha sido siempre, pero sin recibir ni un centavo.

Lo paradójico de la situación es que el proyecto del ex priista tiene amplias posibilidades de éxito, gracias a sus enemigos oficiales, los neoliberales. Tras cincuenta años de gobiernos priistas populistas, que dejaron a la población en la pobreza, treinta años de neoliberalismo la convirtieron en miseria, abaratando como nunca la compra de votos para el presidente.

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