|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hace pocos días, los emeritenses nos despertamos con la novedad de que nuestra ciudad había sido reconocida como la mejor del mundo. Ante la noticia, sus habitantes, henchidos de placer cual niña que graba su nombre en el tronco del árbol, nos lanzamos de inmediato a leer las notas al respecto. La sensación de campeonato mundial, entonces, fue poco a poco mostrando sus matices.

La primera rebaja vino al saber que la designación no era realmente como la mejor ciudad, sino solo como la mejor para visitar. Bueno, tampoco está mal. La industria turística es sin duda una de las principales fuentes de ingresos de Mérida, y ser la mejor ciudad para ir de vacaciones seguro es una buena propaganda.

Entonces asoma la segunda rebaja. No, Mérida no es la mejor ciudad para visitar, sino la mejor ciudad pequeña para visitar. Bueno, está bien, tampoco que queramos competir con París, Roma, Nueva York o Londres. Sigue siendo una gran publicidad. Y entonces la razón se hace cargo de las siguientes rebajas.

Pretender que Mérida, con su millón de habitantes conurbados, sea una ciudad pequeña es, por decir lo menos, una enorme licencia. De acuerdo con la ONU, nuestra urbe ocupa el lugar 65 en población en América del Norte. Tampoco es especialmente chica en su tamaño, cubriendo en la actualidad 220 Km cuadrados. Lejos estamos de los 380 mil habitantes y 100 Km cuadrados de Florencia, ni qué decir de los 180 mil pobladores y 30 Km cuadrados de Guanajuato. Conjunta miles de Km de calles, sus requerimientos de servicios públicos son gigantescos y sus niveles de consumo no son un asunto menor. La capital yucateca no es, desde ningún punto de vista fundado, una ciudad pequeña.

La fuente de la designación, por otro lado, es una revista de turismo de lujo norteamericana que prácticamente no circula entre el gran público y cuyos ingresos dependen, como los de muchas revistas especializadas, de su publicidad, principalmente. La fragilidad del nombramiento queda ilustrada, finalmente, por la volubilidad de la lista. A diferencia de otras clasificaciones, la mención otorgada este año, junto con toda la lista presentada, se mueve notablemente de año en año, en función evidentemente, de necesidades editoriales antes que de cambios en la realidad que dice reportar.

Pero lo más importante de todo es el fondo: para la mayoría de sus habitantes dista de ser una ciudad adecuada para vivir, al margen de cuán grata sea para sus visitantes. Mérida, la de los blancos, sigue siendo una ciudad mezquina con el grueso de su población, condenado a servicios extremadamente deficientes y caros, que se conjugan con pésimos salarios, de los más bajos del país.
No, Mérida no es, ni con mucho, el mejor lugar para vivir.

Lo más leído

skeleton





skeleton