¿Por qué escriben los que escriben?

Verónica García Rodríguez: ¿Por qué escriben los que escriben?

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Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió Clarice Lispector

García Márquez dice a los jóvenes: “El oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se practica. La facilidad con que yo me senté a escribir aquel cuento una tarde no puede compararse con el trabajo que me cuesta ahora escribir una página”.

Rosa Montero menciona: “Escribo para tener algo en qué pensar cuando, en la soledad tenebrosa del duermevela, por la noche, en la cama, antes de dormir, me asaltan los miedos y las angustias. Escribo porque mientras lo hago estoy tan llena de vida que mi muerte no existe: Mientras escribo soy intocable y eterna”.

Por su parte Almudena Grandes dice: “Para mí, la escritura es un impulso que no se define por sus resultados, sino por su naturaleza necesaria, algo parecido al hambre o la sed, que pueden proporcionar mucho placer, si se sacian, o mucho sufrimiento, si persisten”. Y Javier Marías: “Como ya he dicho en muchas ocasiones, escribo para no tener jefe ni verme obligado a madrugar”.

El escritor Arturo Pérez-Reverte indica que: “Es mi trabajo. Igual que otros pasan en la oficina ocho horas diarias, yo las paso en mi biblioteca, rodeado de libros y cuadernos de notas, imaginando historias que expliquen el mundo como yo lo veo, y llevándolas al papel a golpe de tecla”.

Elvira Lindo explica: “No sé hacer otra cosa, no sabría vivir de otra manera”. Y Carlos Fuentes se cuestiona: “¿Por qué respiro?”.

¿Por qué? ¿Por qué cocinan los que aman la cocina? ¿Por qué cantan los que cantan? ¿Por qué pintan los que pintan? Pienso que hay algo más allá de nosotros mismos que nos lleva a preguntarnos sobre la vida y a querer expresarla. Para algunos su espíritu descansa con ser espectadores del mundo y otros desean construirlo y reconstruirlo. Unos lo desean, otros lo deciden y otros lo hacen. Como en un estadio de fútbol, aun ahí los espectadores deciden qué lugar ocupan en las gradas; deciden aclamar, abuchear, aplaudir o simplemente observar. En la cancha, los jugadores, quienes también tienen posiciones, son los que decidieron jugar.

Escribir es una paradoja, es un proceso que te libera y, a su vez, te atrapa y aprisiona. Cuando se ha elegido el oficio de escritor se corre el riesgo de pensarse jugador y permanecer en la banca; es decir, empeñarse en recrear la vida y olvidarse de vivirla.

Para mí, escribir es ordenar mis ideas que se tropiezan unas a otras en mi mente, es calmar mi ansiedad para poder conciliar el sueño. Es la fuerza que venció mi invisibilidad y que dará a mis hijos y nietos la oportunidad de conocerme. Podré contarles un cuento después de mi muerte. En realidad no sé en qué parte de la montaña rusa me encuentro. A veces escribo, a veces leo, a veces observo, a veces tan sólo vivo…

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