Elena Poniatowska y su contar lo cotidiano
Verónica García Rodríguez: Elena Poniatowska y su contar lo cotidiano
Ya las fiestas navideñas han terminado y es hora de dar paso a un nuevo ciclo, que seguramente viene cargado de muchos buenos propósitos, y que entre estos se encontrará, por supuesto, leer mínimo un libro este año. Si Usted tuvo la dicha de recibir un libro entre todos sus regalos, ya lo tiene resuelto; pero si no, les sugiero darse una vuelta por la obra de Elena Poniatowska, cuyas crónicas y entrevistas son verdaderas estampas de ciertas etapas de México, algunas muy crudas, por cierto.
Palabras cruzadas y Todo México, reúnen extraordinarias entrevistas con emblemáticos personajes; Nada, nadie, las voces del temblor, alude al terremoto que en 1985 azotó la Ciudad de México y La noche de Tlatelolco, es una crónica de los acontecimientos del 2 de octubre de 1968. Todos ellos destacan el uso extraordinario del lenguaje narrativo y que se desborda en sus novelas, donde lo testimonial se entremezcla con la fantasía: Hasta no verte Jesús mío, El tren pasa primero, La piel del cielo, entre muchísimas otras que le han valido a la autora más de treinta reconocimientos como el Premio Cervantes y diversos doctorados honoris causa.
Mención aparte merecen las páginas de Lilus Kikus, que no son ni las más galardonadas, ni las más extensas, pero son absolutamente memorables y altamente recomendadas para las niñas inquietas. A lo largo de una serie de cuentos independientes nos cuenta la historia de una niña muy particular llamada Lilus Kikus, a quien vemos soñar y crecer en un mundo de adultos, que no la intimida, sino que ve de frente y lo cuestiona. Dice Juan Rulfo en la contraportada: Lilus sabía poner orden en el mundo con sólo quedarse quieta, sentada en la espiral de su imaginación, donde sucedían las cosas más asombrosas.
Elena Poniatowska recibió al nacer el título de princesa, hija del príncipe Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski —descendiente del general Poniatowski, quien formó parte de la Grande Armée que acompañó a Napoleón hasta Moscú y era sobrino del último rey de Polonia, Estanislao II Poniatowski—y de María de los Dolores (Paula) Amor de Yturbe. La familia emigró de Francia a México a consecuencia de la segunda guerra mundial. Elena llegó a los diez años con su madre—quien había nacido en París en 1913 en una familia porfiriana exiliada en Francia tras la revolución mexicana. Ambas aguardaron en México mientras el padre continuaba combatiendo para reunirse finalmente con ellas acabada la contienda.
Elena Poniatowska, Elenita, como la llamamos de cariño en Mérida, cambió la corona por la pasión de escribir y contar la realidad o realidades de nuestro país desde la figura de los más silenciados y olvidados del sistema, desde aquellos que no aparecerían como protagonistas de novelas rosas, porque ni siquiera tienen un nombre, mucho menos rostro y voz para la escena pública, porque lo que los rodea y los mueve es la necesidad de sobrevivir todos los días.