Escultismo: para volver sobre nuestros pasos

Verónica García Rodríguez: Escultismo: para volver sobre nuestros pasos.

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Uno no sabe lo que la vida nos tiene preparado, hacemos planes y muchas veces decimos que no volveremos pasos atrás, ni para tomar impulso; sin embargo, en el pasado dejamos experiencias tan significativas que resultan relevantes para entender nuestro presente. Los mayas bien lo sabían al decir que el pasado no se encuentra atrás, sino delate de nosotros. Es así como se me devela el escultismo treinta años después de haber salido de la tropa de expedicionarias.

Recuerdo que a mediados de los 80, ser scout significaba casi un acto de rebeldía, sobre todo para las niñas y jovencitas que optaban por los juegos de contacto e irse de campamento, en vez de asistir a un club social o al catecismo, que, generalmente, coincidían en horarios.

Lo cierto es que este movimiento, iniciado por Baden-Powell a principios del siglo XX para erradicar la delincuencia juvenil de Inglaterra y que se ha extendido por casi todo el mundo, nos llenó de aprendizajes y de momentos inolvidables a quienes tuvimos la oportunidad de pertenecer a él durante la infancia o adolescencia.

Cuando alguien se pregunta qué hacen los niños y jóvenes en los scouts, la respuesta podría ser una lista interminable de actividades que se ven a simple vista: jugar, correr, cantar, acampar, actuar, aprender y un gran etcétera. Sin embargo, lo que no se ve de inmediato son los procesos formativos que se dan a lo largo de la vida scout, como el fortalecimiento de la autoestima, el trabajo en equipo, el respeto al otro, el respeto a la naturaleza, el desarrollo de competencias para la vida, así como de habilidades socioemocionales, disciplina, autocontrol, espíritu de superación y más.

No es casualidad que muchos de los líderes de nuestra sociedad, independientemente de su área de acción, hayan sido y se reconozcan como scouts.

En la actualidad muchos cambios se han dado dentro del escultismo en México, tratando de adaptarse a las necesidades del siglo XXI, quizá el más lamentable (por añoranza) es que ya no existe la manada de gacelas, lo que restringió a las niñas, según por Derechos de Autor, de la fantasía relacionada con la Foresta Andi y de los animales del bosque que se reunían alrededor del abrevadero. De los cambios más favorables, podemos observar la constitución mixta de las secciones (hoy ya nadie se asusta por ello); asimismo, existe en la práctica una libertad de credo que permite mayor diversidad e inclusividad; y se prevé el proceso formativo a través de un currículo diseñado y estructurado desde una filosofía de la educación y con objetivos claros, de acuerdo a la etapa del desarrollo y que contempla la individualidad de cada elemento, sus formas de aprendizaje, así como diversos métodos de evaluación.

Definitivamente, los socuts son una institución de educación no formal que, si bien ha sufrido cambios, se ha fortalecido y mantenido inamovible su espíritu y que, ante la crisis de valores que vivimos en nuestro país, se rige como una opción para formar individuos que, como dijo Baden-Powell, contribuyan: “a dejar el mundo en mejores condiciones de como lo encontramos”

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