Un tesoro escondido: la identidad latinoamericana
Verónica García Rodríguez: Un tesoro escondido: la identidad latinoamericana.
Desde la pregunta aristotélica ¿quiénes somos?, hasta los profundos ensayos de los pensadores de los siglos XIX y XX sobre América —que han tenido diversas respuestas, nuevas preguntas y variantes de éstas—, nos seguimos cuestionando acerca de la identidad latinoamericana ante tantos cambios en el continente y la percepción cultural del mismo.
Ilustres americanos han expresado su preocupación por las cuestiones del ser, de nombrarse a sí mismos, después de que otros se habían tomado la atribución de nombrar desde afuera, a partir de lo desconocido, lo que solamente vino a traer para los americanos confusión, contradicción y búsqueda de sus propios nombres. Sin duda, los imprescindibles de mencionar son, por un lado, Simón Bolívar, que con su “Carta de Jamaica” brindó a la historia del continente un sueño qué perseguir y del cuál surgirán innumerables discursos; y por el otro, el apóstol cubano José Martí, que un siglo más tarde daría la síntesis del espíritu de esta tierra en su ensayo “Nuestra América”, reflexionó así: “¿cómo somos? se preguntan, y unos a otros se van diciendo como son. Cuando aparece en Cojimar un problema, no van a buscar la solución en Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!”.
En años posteriores otros continúan debatiendo y explorando la problemática latinoamericana, como Mariátegui que se pregunta: “¿Existe un pensamiento característicamente americano?”, a lo que en síntesis responde: “el espíritu hispanoamericano está en elaboración”.
Alfonso Reyes acuña el término de “inteligencia americana” para hablar de la visión de la vida y la acción de los americanos en la vida, que defina provisionalmente el matiz de América en un tiempo determinado. Precisamente, en su ensayo titulado “Notas sobre la inteligencia americana”, el filósofo mexicano señala: “América vive saltando etapas, apresurando el paso y corriendo de una forma en otra, sin haber dado tiempo a que madure del todo la forma precedente. A veces el salto es osado y la nueva forma tiene el aire de un alimento retirado del fuego antes de alcanzar su plena cocción. La tradición ha pesado menos, y esto explica la audacia. Pero falta todavía saber si el ritmo europeo —que procuramos alcanzar a grandes zancadas, no pudiendo emparejarlo a su paso medio—, es el único “tiempo” histórico posible, y nadie ha demostrado todavía que una cierta aceleración del proceso sea contra natura”.
A diferencia de Mariátegui, para Alfonso Reyes en las entrañas de nuestra América existe una gama de diversos colores que poco a poco se ha ido mezclando y afirma que existe ya una humanidad americana característica, que existe un espíritu americano, cuyo argumento es su propia inteligencia. Así lo señala: “cincuenta años después de la conquista española, es decir a primera generación, encontramos ya en México un modo de ser americano”.