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Los antiguos mayas peninsulares tenían un concepto claro y preciso sobre el aborto; distinguían, y distinguen aún, entre un aborto accidental o espontáneo y el intencionado o inducido. Diccionarios del periodo colonial refieren al accidental como éem-síijil (de éem, bajar y síijil, nacer; o éem-sija’an (bajar-nacido), también empleado para el aborto animal. Los sietemesinos se consideraban como una variante del aborto y usaban para referirse a ellos las mismas voces citadas. Hoy se emplean las expresiones éemel aal (abortar): Le ko’olelo’ éem u yaal (La mujer abortó); o, en su defecto, síijil ma’ k’uchuk tu k’iinili’ (que nació sin llegar a su tiempo) si se trata de un nacimiento prematuro.

El aborto también se atribuye aún al incumplimiento de deseos de comer algún alimento, por sobrecarga de trabajo o realizar sobresfuerzos físicos; o ser un castigo divino por haber transgredido un ritual.

El aborto intencional o inducido fue una práctica entre los mayas de la antigüedad, y era conocido como éemsaj-aal ti’ (Lit. sacado/bajado-su hijo/a) y que la fuente 2 del Diccionario Maya Cordemex define como “remover el producto del embarazo de su anidación uterina por medios mecánicos o sustancias abortivas”. Otra fuente lo refiere con la expresión éemsaj-wíinik ti’ (Lit. sacar/bajar persona) “malparir la mujer preñada con bebedizos u otras intervenciones, provocándolo”. La partícula ti’ refiere, en ambos casos, a la tercera persona del singular.

Las fuentes indican que en la sociedad maya colonial el aborto inducido era reprobado y castigado socialmente, tanto a la mujer que se sometía a él o que se lo autoprovocaba, como al especialista que lo efectuaba. La religión católica, recién llegada e impuesta, percibía el aborto inducido como una falta grave, y contrario a ley moral.

Dentro de la farmacopea maya se han usado como abortivos casi las mismas yerbas empleadas como estimulantes para acelerar el parto y expulsar la placenta, aunque tomados en dosis mayores: la corteza del pixoy (Guazuma ulmifolia) que contiene oxitocina; las hojas de ruda (ruta chalpensis) echadas en agua hervida; administradas a veces solas y a veces asociadas a otras. Y se ha recurrido a mujeres expertas en los menesteres de la reproducción como las curanderas (ts’aak yajo’ob) o parteras (alansajo’ob), conocedoras de plantas especiales y de la fisiología del útero.

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